Lo de menos es dónde ha ocurrido pero debiera ser lo más quién lo ha permitido, aunque con las imágenes bastan. En plena celebración eucarística, un brujo indígena perpetra la ceremonia de lo que la masonería satánica ha convertido en su símbolo predilecto: el círculo y el fuego.

Recuerden los cursis y aberrantes funerales de Estado por el Covid, presididos por Felipe VI: un círculo con el pebetero de fuego en el centro y todos los imbéciles más poderosos del país, venerando la luminaria purificadora.

Volvamos al brujo indígena. El que escribió el mensaje en la red lo calificó como la abominación de la desolación y creo que no iba desencaminado: la abominación de la desolación no es otra cosa que la adoración de la bestia. Se concreta en una nueva misa, oficial, donde los fieles a Satán, a la Bestia, profanarán la Eucaristía con una parioda demoníaca de la misma. Para algunos esa será la señal de la segunda Venida de Cristo

¿Y todo esto es inevitable? No, el hombre es libre y la oración es omnipotente. Y, como decía Guareschi: si el Padre Eterno mueve la falange del dedo meñique de su mano izquierda… No caigamos en el Fatalismo.

Feliz y Santa Nochebuena. Tiene usted a mano una manera cristiana de celebrarla: la Misa del Gallo, que los católicos también sabemos pernoctar.