Lo ha dicho el dramaturgo Alberto Conejero: "Respetar el clásico tiene que ver con recrealos". Pues no, don Alberto. Respetar al clásico es no tocarle ni una coma. ¡No te atrevas a tocar a Lope ni a Calderón!
Quien adapta un clásico se aprovecha del genio del clásico y, por lo general, su aportación lo distorsiona. No sólo porque el clásico es superior al adaptador moderno sino porque el tiempo es un elemento corrosivo.
El clásico es aquel que no necesita adaptación alguna porque ha superado el paso inclemente del tiempo por su obra.. Y por eso aún hoy resulta nuevo, y si no resulta nuevo es que no es un clásico.
He denunciado, sin mucho éxito, que la Compañía Nacional de Teatro Clásico lleva 20 años asesinando el teatro clásico español, introduciendo, por ejemplo, elementos feministas y homosexuales en unos hombres y mujeres que tenían muy claro el respeto debido a la mujer y lo que significaba la cuestión homosexual.
Pues no Conejero, respetar a los clásicos es no creerte mejor que los clásicos porque ellos son clásicos porque han soportado la feroz criba del tiempo, juez inclemente y definitivo, mientras que tú, queridísimo adaptador, no eres sino un plagiador del clásico.
Predigo éxito rotundo para aquel partido político que, al menos en las compañías oficiales de teatro, prometa respetar a los clásicos en su integridad. Hay gente, por ejemplo yo, que volveríamos a la platea.