No me gustan los testimonios, a los que ahora son tan aficionadas algunas asociaciones católicas. A lo mejor porque soy de los que piensan que nadie es buen juez de sí mismo y que la vida de uno la cuenta mejor el vecino.
Pero días atrás he tenido la oportunidad de escuchar, más que un testimonio una entrevista, con un párroco de una barriada española tirando a miserable. Lleva 20 años pendiente de impecunes, sin techo y otros necesitados y cuando a una persona de esta experiencia le oyes decir que el pobre sólo sale de la miseria y de la melancolía en la confesión... conviene hacerle caso y despreciar a los progres salvadores que hablan de la pobreza sin haber visto a un pobre en su vida... ni haber sufrido la humillación de la indigencia.
Miles de psicólogos idiotas han predicado contra el sentimiento de culpa: ¡Bendito sentido de culpa!
"La pobreza está en la mente", asegura este párroco. Dar de comer al hambriento es fácil pero el pobre no sólo pasa hambre sino que sufre una depresión profunda. Y esto porque, no sólo le han arrebatado el alimento, lo que le han arrebatado es su dignidad y en el sacramento de la penitencia es cuando recupera esa dignidad. Dios está dispuesto a perdonarle y a acogerle, su vida empieza de nuevo.
Este testimonio sí que me convenció. Primero, porque no sólo de pan vive el hombre y porque, además, el reconocimiento de culpa, eso que tantos psicólogos idiotas consideran uno de los males del hombre actual, resulta que es lo único que puede salvar al hombre actual. En otras palabras, al ser humano sólo le salva el arrepentimiento... y sentirse perdonado y abrazado por su padre Dios.
Al hombre sólo le salva el arrepentimiento... y sentirse perdonado y abrazado por su padre Dios
Todos tenemos algo de lo que arrepentirnos. Y el que dice que no se arrepiente de nada... ese sí que está condenado. Recuerden a Pablo VI: el pecado del siglo XX es la pérdida del sentido del pecado.
Mucho me temo que la ministra de Derechos Sociales, la del ramo, doña Ione Belarra, no va a entender este artículo.