Pedro Sánchez irá al Vaticano el viernes 11 para hacerse la foto con el papa Francisco, con el pretexto de buscar la paz en Oriente Próximo. Ahora bien, además de la foto, la estrategia le puede salir mal al presidente español. Él es pro-palestino declarado y Francisco es pro-semita.

De acuerdo, ambos defienden la existencia de dos estados, como reconoció la ONU en 1948, pero la trampa de Sánchez es que apoya al estado que busca la eliminación del otro estado, esto es, de Israel. ¿Qué paz es esa?

Por cierto, tanto San Juan Pablo II como Benedicto XVI apoyaban los dos estados, pero también exigían que Jerusalén fuese ciudad abierta, de las tres religiones, un detalle que Francisco no ha mencionado.

Sea como fuere, la deriva pro-palestina de Sánchez choca frontalmente con las mínimas normas diplomáticas necesarias para que esa búsqueda de la paz tenga frutos. Uno no puede ir pidiendo la paz y al mismo tiempo insultar a una de las partes en conflicto. No es extraño, en este contexto, que la embajada de Israel en España dijera que nuestro país “se ha convertido en un paraíso para sembrar el odio”.

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Tras la visita al Papa, Sánchez marchará a Chipre para reunirse con sus homólogos de Francia, Italia, Portugal, Grecia, Malta, Eslovenia, Croacia y la propia Chipre, además de la presidenta de la CE, Úrsula Von der Leyen, y el rey de Jordania, Abdalá II.