Cada jornada electoral que se celebra en España, ahora en Galicia, muestra claramente una cosa: el PSOE tiende a la desaparición gracias a Pedro Sánchez -al que nunca podremos agradecer suficientemente- que las fuerzas independentistas crezcan como el cultivo de un maligno virus; que la derecha sociológica se reagrupe en una partido globalista, progresista y liberal, como es el Partido Popular; y que la sociedad esté escarmentada de los populistas de izquierdas.
Pedro Sánchez abrió el melón del todo vale para llegar al poder y, por supuesto, mantenerse en él porque si no, ¡para qué lo alcanzas! Se ha servido fundamentalmente de la mentira como herramienta para engañar al electorado, pero también del dinero público para manipular con la prensa, balcanizar a la sociedad y de su poder para corromper las instituciones. Realmente hablamos del manual práctico del dictador más bolivariano. Lo que no pudo Pablo Iglesias Turrión, lo ha conseguido él. Y como solo no puede hacerlo todo, también ha explotado ciertos recursos humanos puestos a su medida y enfocados a sus objetivos personalistas.
Durante su anterior legislatura, sus equipos de gobierno eran de dos tipos: los técnicos-perversos-ideologizantes en las carteras más dominantes, o de más control, como Carmen Calvo, María Jesús Montero, Isabel Celaá, Dolores Delgado, Fernando Grande-Marlaska, Teresa Ribera y Meritxell Batet, que no estaban para trabajar, sino para minar políticamente cualquier pretexto legal o legislativo… De hecho, es el gobierno que ha legislado con más decretos leyes de la historia de la democracia de España y el que menos ha acudido a dar explicaciones en el Congreso. Y, por último, la recua de asesores y expertos que terminaron sumando más de mil, ¡ahí es nada!
Pablo Iglesias, su pareja Irene Montero, Yolanda Díaz, Alberto Garzón, Ione Belarra… Un desembarco de comunistas de salón que lucen casoplón y ropa de boutique, mientras sus votantes siguen estancados en barrios periféricos, abultan las listas del paro, gastan con alegría la paguita y fermentan en sus corazones el odio inoculado desde sus posiciones moradas
El segundo grupo de personas era el de los vagos de Podemos, a los que se les debía un pago por cerrar la moción de censura contra Mariano Rajoy y, en principio, su papel era sólo estar ahí, en la mamanduca, y tirar de Falcon de vez en cuando, caprichos de niñatos malcriados y nuevos ricos: Pablo Iglesias;su pareja, Irene Montero; Yolanda Díaz; Alberto Garzón; Ione Belarra… Un desembarco de comunistas de salón que lucen casoplón y ropa de boutique, mientras sus votantes siguen estancados en barrios periféricos, abultan las listas del paro, gastan con alegría la paguita y fermentan en sus corazones el odio inoculado desde sus posiciones moradas.
Como digo, los de Podemos estaban apoltronados a modo de pago por la coalición de gobierno que, como es lógico, también exigían su parte del pastel en el poder. Pedro Sánchez, hombre de palabra, les puso donde les puso, sobre todo para salir en las fotos y hacer algo de ruido con el que despistar a los ciudadanos de sus verdaderas fechorías. Pero no calculó que meterían tanto ruido y al final se le fue de las manos en varias ocasiones.
Las elecciones de julio de 2023 exigían un cambio de escenario, y Sánchez tiró del comodín adecuado, una mujer tan peligrosa como él, que sabe mentir sin despeinarse y traicionar sin dejar de dormir: Yolanda Díaz. Usó de la vanidad que caracteriza a la izquierda caviar y configuró un proyecto estrella, cuyo egocentrismo de la comunista sirviera de velo en los ojos y trabajara a sueldo y cargo para él: montaron Sumar y desguazaron a Podemos. Así es como el grupo morado pasó a un rinconcito del hemiciclo el 23 de julio, tras las elecciones. La realidad es tozuda y ha demostrado en las elecciones gallegas, que tanto Podemos como Sumar han sido casi cero.
El resultado ha calado en la sociedad y la desconfianza permanente en la política de Sánchez ha terminado por fraguar. El último empeño de sobrevivir en el poder pasa por la configuración de un gobierno con acuerdos que se saltan todas las líneas rojas políticas, constitucionales y del sentido común. Otra vez vuelven a la mentira y crean una realidad paralela que sólo los votantes sordo-ciegos son capaces de asumir, como el perro amaestrado toma la galleta de su amo. Recuerdo hace tiempo, cuando ya gobernaba Mariano Rajoy, un compañero de afición me dijo solemnemente: «algún día la historia reconocerá a Zapatero», me reí claro, sobre todo porque lo decía en serio. Y también habrá meapilas del Sanchismo, que dentro de unos años dirán lo mismo. Y es que la sanchoesfera nos mostrará cosas que jamás habríamos imaginado.
Dos legislaturas de Zapatero, casi dos de Rajoy y una y pico de Sánchez han bastado para que la sociedad esté corrompida, rota, desorientada y vacía de esperanza. Que se agarra a cualquier telepredicador que le diga “ten fe en mí, todo saldrá bien”. Cualquiera vale para crear expectativas de mejora, especialmente entre los más jóvenes que como no tienen nada que perder les basta con un bono cultural para sentirse vivos. O en los más viejos, que viven de la nostalgia de unas siglas que les traicionan constantemente desde que Zapatero llegara al poder.
Recuerdo hace tiempo, cuando ya gobernaba Mariano Rajoy, un compañero de afición me dijo solemnemente: «algún día la historia reconocerá a Zapatero», me reí claro, sobre todo porque lo decía en serio. Y también habrá meapilas del Sanchismo, que dentro de unos años dirán lo mismo
Pero a mí lo que me preocupa, ya lo he dicho alguna vez, es el sustituto, el recambio político. El mismo perro con diferente collar: Alberto Núñez Feijoó, un exvotante de Felipe González y de espíritu tan independentista como el de Artur Mas, será posiblemente el nuevo inquilino de la Moncloa. Un líder de la derecha blanda y progre, que comulga con la Agenda 2030, globalista -y por lo tanto que dice amén a todo lo que llegue de Europa-, sin ningún rigor moral y los principios que todo político sin principios tiene: pan y circo para seguir en el poder, mientras te sablean a impuestos y ellos adquieren prebendas que jamás tendremos ninguno de nosotros.
Atención peperos, llega Rajoy II, que como el primero no hará nada para retornar el necesario brillo y lustre que las instituciones públicas deben tener para que el pueblo se sienta seguro, protegido y respaldado por una ley justa e igual para todos. Ya veremos, a ver si resulta ser como Mariano, que no hizo nada para corregir el rumbo del zapaterismo. Unos plantan, los otros asientan.
España, terra incognita (Almuzara), de José Manuel García-Margallo y Fernando Eguidazu. La tragedia de nuestros días encarnados por el independentismo y por el populismo de extrema izquierda, vino a sumarse un nuevo actor, el Partido Socialista de nuevo cuño, al que hoy con más propiedad algunos llaman sanchismo: unos buscan la secesión de Cataluña y el País Vasco; otros ansían la superación del actual modelo constitucional y su sustitución por otro de corte populista y mantenerse en el poder a toda costa.
Democracia de trincheras (Península), de Lluís Orriols. El texto muestra una visión alternativa de cómo piensan y actúan realmente los ciudadanos en política y muestra una democracia que se asemeja más a una guerra de trincheras que a un supermercado: los votantes no son consumidores que eligen en cada momento el mejor producto, sino que conciben la política en gran parte como una guerra de bandos, de amigos contra enemigos, de los míos contra los tuyos.
Cómo mueren las democracias (Booket), de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Los autores muestran cómo han desaparecido diversas democracias y qué podemos hacer para salvar la nuestra. Porque la democracia ya no termina con un golpe militar o una revolución, sino con un leve quejido: el lento y progresivo debilitamiento de las instituciones esenciales, como son el sistema jurídico o la prensa, y la erosión global de las normas políticas tradicionales.