Lo primero: leer el mensaje completo de la Audiencia del Papa Francisco, del miércoles 28 de agosto, en el Vaticano: aquí está. Digo, porque si nos atenemos a lo que están repitiendo algunos medios, por ejemplo, la  TV pública española, el Papa habría dicho que rechazar al emigrante es pecado grave. Es decir, que Feijóo ha pecado gravemente (de eso no tengo ni la menor duda, créame) y que Pedro Sánchez es un ser directamente canonizable, incluso en vida. 

Es verdad que su Santidad ha dicho lo siguiente: "Hay que decirlo claramente: hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los migrantes – para repeler a los migrantes. Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave".

Y así es, pero también el odio es un pecado grave, pero no lo es un cabreo profundo que acabe en un "te mataré", que no acaba ni en muerte ni en nada... porque es un momento de ira que no se hace con conciencia y mucho menos con responsabilidad. 

Dicho ahora y así, Santidad, parece como que todo católico español, por ejemplo, que no asuma las tesis de Pedro Sánchez estuviera pecando gravemente

Lo mismo ocurre con la emigración: quien acoge el inmigrante que pasa dificultades en sus fronteras y luego lo suelta en las calles de Madrid y ahí te las compongas... y encima presume de "humanidad", ¿también comete un pecado grave?

Santidad, ¿qué es rechazar al emigrante? Debería aclararlo. Dicho ahora, en España o en Italia usted sabe perfectamente cómo va a ser interpretado. 

Pero tan preocupante como el diagnóstico me parece la terapia que su Santidad propone, nada menos que "una gobernanza mundial para la migración. Pero el gobierno mundial que mande sobre la migración mandaría sobre todas las cuestiones políticas, sociales y económicas, en todo el mundo. Es el problema de la globalización, que jugamos a órdago y sin contrapoderes. 

¿Qué hacemos? ¿Le damos el poder a Naciones Unidas para que decida cuántos emigrantes pueden pasar de un país a otro y en qué condiciones? Me temo que el resultado resultaría apocalíptico. 

Ahora bien, evidente hay que recibir al emigrante con los brazos abiertos. El estado natural de las fronteras en el mundo deben ser de apertura total. Ahora bien, lo que no debemos ni podemos hacer es ingeniería social: traspasar a la gente, por millares de un lado a otro del mundo, porque su mundo de origen se desertiza y su mundo de llegada estalla, por falta de medios.