Todos los días, a las 19,30, en la puerta de la Iglesia del Inmaculado Corazón de María, en la céntrica calle madrileña de Ferraz, se reza el Santo Rosario.
El PSOE y algún lechugino de la Iglesia progre-capitalina, aseguran que se reza el Rosario para que caiga el Gobierno Sánchez. Yo no rezaba para eso pero, desde que me dieron la idea, he introducido entre mis intenciones que don Pedro Sánchez salga triunfante de Moncloa... pero que salga cuanto antes. Lo considero una petición evangélica de honda raigambre. Otra cosa es que rece para que le sustituya Feijóo: eso sí que resultaría herético.
Para el Gobierno socialista en general y para el ministro del Interior en particular, Fernando Grande-Marlaska, el rosario de Ferraz se convirtió en una obsesión, había que evitarlo, aunque fuera a golpe de porrazo policial. Mucho burlarse del Rosario pero se ponen nerviosísimos cuando alguien lo reza… como le pasa, por cierto, al afamado y premiado Pedro Almodóvar.
El 7 de octubre es el aniversario de la batalla de Lepanto, cuando los españoles hacíamos grandes cosas, no porque creyéramos más en nosotros mismos, sino porque creíamos más en Dios
Ahora, los tribunales han dado dando la razón a quienes rezaban, no a Marlaska, pero eso a Marlaska no le importa mucho, porque es juez y sabe mucho sobre cómo tratar a sus antiguos colegas.
El 7 de octubre se celebra Nuestra Señora del Rosario, además del aniversario de la Batalla de Lepanto, la batalla naval más importante de toda la edad moderna, donde el almirante español don Juan De Austria, ayudado por el rezo del Santo Rosario, venció a la mayor armada turca del momento, con lo que detuvieron el avance islámico en el Mediterráneo.
Es la única salida de la España irrespirable de Pedro Sánchez. Ahora se cumple el aniversario de la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), aquella época en que los españoles hacíamos grandes cosas, no porque creyéramos más en nosotros mismos, sino porque confiábamos más en Dios.
El Santo Rosario ya se ha convertido en la salvación de España. O, al menos, se está convirtiendo. Y por cierto, la salvación del país no depende de la caída de Pedro Sánchez sino de la conversión de los españoles.