Como nos han repetido que Pedro Sánchez va a caer, y no saben cuánto lo anhelo, corremos el peligro de dejar de hacer todo lo posible para que esta época, la del Sanchismo, en verdad tenebrosa y, aún más que eso, pedante, no acabe en diciembre y se prolongue otros cuatro años. Vamos, que el doctor Sánchez, al que habrá que echar de Moncloa en parihuelas, eso es seguro, podría no desaparecer del panorama político español tan rápidamente como algunos deseamos.
Lo deseamos y esperamos sin excesiva esperanza porque lo que apunta como relevo es Alberto Núñez Feijóo, todo un conservador. Efectivamente, Feijóo conservará todas las barbaridades puesta en circulación por Sánchez y la consolidará en el pavoroso acerbo social español del momento. Quiero decir, que si Feijóo, fuera realmente la oposición a Sánchez, lo primero que debería anunciar, para su primer día como presidente del Gobierno, sería una derogatoria de todas las barbaridades promulgadas por el Sanchismo, mismamente este año de 2023: aborto obligatorio hasta cercenar la conciencia de los médicos y del conjunto de la sociedad, la salvajada y chifladura trans, la Lomloe... El sólo sí es sí, el animalismo, la ecología que nos devuelve a la caverna, el imperio de la pornografía, la okupación rampante, la cristianofobia afilada, la perversión de la infancia, etc.
Pueden apostar a que don Alberto no derogará nada de todo eso sino que se dedicará a gestionar el déficit público, igualito que su paisano Rajoy, una España SA, que reduzca su deuda. Lo cual está muy bien, pero sinceramente, no es una alternativa a Sánchez: es la aceptación frustrada de una país degenerado por la izquierda progre.
Vivimos en la España de las grandes tragaderas mientras el déspota habla de éxito de país y de paz social
Pero volvamos a Sánchez porque, ahora mismo, lo que tenemos encima es el Sanchismo. Como dicen en Galicia, yo prefiero profetizar después de los hechos. Es por eso que, al igual que los analistas bursátiles, jamás me equivoco. Así que no hablaré de la caída de Pedro Sánchez y del Gobierno socio-podemita, que ha sumido al país, primero en el guerracivilismo, luego, sin perder el insano espíritu del enfrentamiento entre las dos Españas, en la España de la salvajada, de la mentira consentida y, atención del tedio propio de los 'castrati'
Un ejemplo más fue lo ocurrido el miércoles, durante la mentirosa comparecencia de Pedro Sanchez en el Congreso, muchas horas de parlamento que se pueden definir con el viejo adagio de 'la autoalabanza apesta'. Un debate que recordaba aquella vieja pintada de finales de siglo XX, en plena campaña electoral en aquel país: "No queremos realidades, queremos promesas".
Cuidado, a lo peor la caída de Pedro Sánchez no está tan próxima como dicen las encuestas. Y cuidado, a lo peor cuando Sánchez caiga porque el sentido común aún no ha muerto o por agotamiento popular ante su eterna petulancia y su interminable demagogia y su cada vez más explícita cursilería, habrá perdido en las urnas pero habrá conseguido esa "mayoría social" de la que habla desde hace cuatro años: la mayoría social de la degeneración y el borreguismo.