El mayor fracaso humano es aquello que va en contra del propio ser humano. El otro día, una noticia abría las carnes de los individuos sensibles, porque había aparecido en un pueblo asturiano un lobo muerto a balazos. Y en esa misma semana me vi envuelto en otra conversación por la mirada de amor que un perro sentía por su amo. Por eso esta vez me veo en la obligación de hablar de este fracaso humano: el sentimentalismo animal. Después de leer la noticia del lobo muerto, pensé: A lo mejor tenían que hacer lo mismo con el ganado que parece devorado (vacas, cabras y ovejas) por los lobos, a ver si también son noticia. Cada uno se defiende como puede, por lo que tiene y por lo que le da de comer. Con esto no trato de justificar, pero sí de comprender a todas las partes. Los que me conocen saben que soy un aficionado a la pesca a mosca y la practico siempre sin muerte, es decir, pez pescado, pez soltado... ¡Y a por otro! Con lo cual me considero no sospechoso de no mamar suficientemente a la naturaleza. Los animalistas, es decir, personas que equiparan o ponen la vida de los animales por encima de los seres humanos, dicen que hay leyes precisamente para proteger derechos y deberes que todos debemos respetar, porque nadie tiene derecho a pegar cuatro tiros a cualquier animal. Hemos llegado a lo magro de asunto: la Ley. ¡Claro, alma de cántaro, si es que el problema es la Ley! Casi siempre incompleta, desequilibrada y descompuesta. (Hay más casos de leyes injustas...). Pero a lo que vamos, si a la mala ley se le añade lentitud en la aplicación y trabas en las compensaciones, pasa lo que pasa. Si la Ley se aplicara con la misma diligencia que se aplica una sentencia administrativa (p. j.: las multas de tráfico) o gestionaran igual que la Agencia Tributaria hace para sacarte el dinero del banco o cobrarte el 20% por incumplimiento de un error, seguramente no pasarían cosas así. De todas formas, este tema de la muerte de animales con derechos a vivir en la tierra que les hemos robado, es populista, porque está basado en el sentimentalismo animal y no se ajusta a la realidad. La mayoría de los animalistas hablan de lo que ellos sienten, casi siempre lejos de la realidad del caso que les ocupa, porque el sentimentalismo en general ha tomado al abordaje la razón y ya nada es razonable si siente lo contrario. Y añaden que: el ganadero se juega su interés económico, está claro, pero es que el lobo se juega la vida y su existencia. La ley hace la norma y España es tan repelente y tan garantista, tan políticamente correcta con esto de "los animales" que pretende equiparar la vida de un animal a la de una persona o su subsistencia y no, no lo es. Para entendernos: mejor pongamos un ejemplo más cercano a ese sentimiento de amor predicado por los animalistas, pero en vez del lejano lobo o la foca que solo veremos en los documentales, con otros seres más reales, más cercanos. Traslademos la defensa de los animales a las ratas de nuestras cloacas, nuestras calles, nuestros vertederos… nuestras casas. ¡No las matemos, convivamos con ellas, respetemos su vida y sus derechos! O los mosquitos del verano, ¡no los asfixiemos, pongámonos redes en el cuerpo! Es tan absurda esta discusión, sometida al sentimentalismo animal, que pierde toda argumentación lógica. Dicen: que el problema es que los humanos nos hemos metido en la "casa" del lobo. Que... el problema es que nosotros los humanos metemos el ganado en la casa del lobo, y en ocasiones sin vigilancia alguna, añaden. El problema es que NO todo es nuestro. Ése es el gran problema. ¿Qué no es nuestro? Si algo es nuestro es precisamente "todo", lo que falla es la moralidad, la conciencia de la responsabilidad que nos compete en la administración de ese "todo". Tenemos la potestad de hacer más valiosa la tierra que pisamos, por eso somos capaces de sembrar trigo y eliminar las plantas que salvajemente crecían en aquel territorio y que nosotros eliminamos en pro de una mejor alimentación del ser humano. Tenemos la potestad de introducir ganado en valles donde puedan desarrollarse mejor para una mejor alimentación del ser humano... Lo que no tenemos es la potestad de maltratar por diversión a la naturaleza sea del orden que sea (incluido al ser humano). Cuando digo que somos "propietarios" no es en el sentido de PROPIO como "señor amo". Somos administradores, no amos. Eso es lo que verdaderamente somos, administradores de una propiedad en usufructo que recibimos de nuestros antepasados y tenemos la responsable obligación de legar a nuestros descendientes como legado, mejorado a ser posible. Pero la política modernista (cada vez más viejuna) nos hace creer que somos lo mismo que un animal, y no lo somos; nos hacen pensar que las nuevas tecnologías lo valen todo, y no es cierto; nos hacen imaginar que tenemos más valor como persona si gano mucho dinero, fama o placer... ¡Y no! Hay que buscar razones en la "razón" no en los sentimientos retorciendo las circunstancias, como ocurre con los animalistas que terminan convirtiéndose en antihumanos a base de flagelarse con complejos de culpabilidad. Me entristece ver cómo gente, masificada por el sentimentalismo, se castiga la autoestima constantemente con lo malos que somos, y no hace nada a favor de la naturaleza (solo lloriquear) y todo contra el ser humano para compensar no sé qué deuda con la madre naturaleza. Pero quien legisla lo hace mal porque lo hace con una falta integral de sentido del bien común. Ese, y no otro, es el problema. Las leyes que crean normas. Cuando las leyes son malas crean normas de malas costumbres y por lo tanto reacciones sociales confusas. El Moreno de Lérez (Clan), de José Curt. Historia real de un gallego que vivió de la naturaleza durante casi toda su vida: la pesca, la caza y el campo... Una familia de furtivos que siempre supieron respetar las fuentes de la subsistencia (¿Se acuerdan de Las ratas de Miguel Delibes?, pues eso...), perseguida por una sociedad regulista que solo veían delito en su modo de vida, sin ver lo que a cambio reportaba. Una historia entrañable magistralmente narrada por José Curt, marino, biólogo y escritor. ¡No se arrepentirá! Juego, ecología y trabajo. Tres temas teológicos desde las enseñanzas de san Josemaría Escrivá (EUNSA), de Rafael Hernández Urigüen. A nadie le resulta ajeno el impacto creciente de lo lúdico, la universal preocupación ecológica, y el empeño por humanizar la cultura del trabajo incluso en sus dimensiones estéticas. Constituyen, sin duda, radicales antropológicos de nuestra cultura, acentuados a lo largo del siglo pasado y vigentes en el actual. La teología permanece activa ante estas perspectivas, sobre todo cuando en las fuentes de algunos autores espirituales como san Josemaría Escrivá laten intuiciones evangélicas de notable novedad para sacarlas a la luz. Este libro pretende esbozar esas luminosas intuiciones desde un primer discurso teológico. De colores... mis estaciones (Bendita María), de Consuelo Martín Hernández. Dirigido a un público infantil, la autora enfoca los poemas de manera muy eficaz a la formación intuitiva de los pequeños hacia la amistad, el compromiso y el respeto a la naturaleza. Las estaciones del año son la plataforma desde donde Consuelo Martín provoca la imaginación y la curiosidad natural del niño para aprender. Una breve obra que bien puesta en escena hará que los niños disfruten de lo que quizá pasaría inadvertido. Un padre, la madre o los abuelos pueden convertirse en el mejor hilo conductor para alcanzar el éxito del mañana. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013
Sociedad
Sentimentalismo animal
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