Decía un sacerdote, tras muchos años pastoreando almas, que ahora ya no se encuentra con prejuicios, como hasta hace un cuarto de siglo, sino con almas vírgenes, ayunas de toda formación, hasta de la más elemental, que no tienen prejuicios hacia la Iglesia porque tampoco tienen juicio.
Insisto: el siglo XX fue el siglo del relativismo y el de la perpetua desconfianza hacia, no ya lo cristiano, sino incluso lo numinoso. Por el contrario, a un alma del siglo XXI, les dices que vas a hacer oración y piensa que vas hacer yoga o pilates.
Se aprecia en los pensadores modernos una razón hiper-desarrollada y un sentido común muy limitado
Ahora bien, el relativismo del siglo XX se ha prolongado en el siglo XXI en forma de blasfemia, de suprema inversión de valores: la verdad es mentira y la mentira es verdad, el bien es malo y lo malo es bueno, e incluso la belleza se trasmuta en nuestras meninges y pasamos a alabar la fealdad, haciendo realidad aquello de sobre gustos hay poco escrito y lo poco que hay escrito nadie lo lee.
En cualquier caso, recuerden que loco no es el que ha perdido la razón sino al que sólo le queda la razón… sin corazón. Cuidado: este número de locos se ha disparado en el siglo XXI.
Por otra parte, decía Chesterton que la razón es un formidable instrumento mientras parta de la realidad, porque, si actúa en el vacío, enloquece. Y también que se aprecia en los pensadores modernos una razón hiper-desarrollada y un sentido común muy limitado.
Loco no es el que ha perdido la razón sino al que sólo le queda la razón... sin corazón
En cualquier caso, tenemos una sociedad del siglo XXI nesciente en materia religiosa. No tienen prejuicios, porque carecen de juicio Hay que empezar por el catecismo, pero el catecismo para niños aunque sean adultos. No les responderán de forma aviesa, con un insulto sino con un ‘¡¿En serio?!’.
Todo tiene sus ventajas.