No me resisto a participar en el debate del cartel para la Semana Santa de Sevilla encargado por el Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla. Un cartel diseñado por Salustiano García cuyo modelo es su hijo, detalle utilizado por el artista y que considero totalmente irrelevante.
El debate ha sido muy woke, no sé si pretendido por Salustiano o por la dirección del Consejo, pero en cualquier caso ha encendido las redes sociales, unos porque juzgan su sentido religioso herido y otros porque, sin tener ningún espíritu religioso, defendían lo que tantos señalaban por su hipersexualización, en el sentido más homosexual. Al fin y al cabo, la calle está llena de modelos así, desde la moda hasta el cine o ciertos personajes populares, pasando por la publicidad. Todos están contaminados en un sentido u otro, ya sea porque se asumen determinados cánones sociales, como por los que se sienten ofendidos por estos.
Pero el ambiente callejero no es excusa, ni tan siquiera para los que lo profesan con ardor, para que un cartel cuyo objeto principal es incentivar el espíritu religioso, con todo lo que conlleva. El origen del problema no es uno, realmente son dos. El primero es de quién encarga el trabajo, al que se le supone que tiene claro qué es lo que quiere, porque conoce los fines de la obra. El segundo es su creador, si está realmente preparado para acometer el trabajo. La preparación del artista no solo radica en la capacidad técnica o el dominio de determinada habilidad para que los resultados sean óptimos. También debemos profundizar en el espíritu de quien lo realiza, porque de la abundancia del corazón la boca hablará. En este caso, de una obra de espíritu sacro, se espera de aquel que va pretender trascender en los que lo van a recibir, se signifique con el resultado final y aquello que le inspira, es decir, lo que la obra le diga en su interior.
Esto no solo sucede con el cuadro que nos ocupa. También se ven resultados que dejan mucho que desear en los diseños arquitectónicos, que muchos de ellos podrían ser perfectamente naves industriales; o juegos de cálices y copones sin equilibrio ni la riqueza apropiada de lo que allí se va a consagrar, y todo por un mal entendido concepto de la sencillez. El arte sacro en cualquiera de sus exposiciones debe aportar un más allá de lo simplemente estético. Esto pasa con el cartel de Salustiano, que no trasciende y es mera estética, y como tal, es subjetiva. Lo que unos ven en su cartel no tiene porque coincidir con los demás, máxime cuando en este caso existen una serie de elementos que justifican por sí mismo las críticas de tantos.
Pero también preocupa esto que explica en X (antes Tuiter) Daenerys de la Tormenta, La que no arde, «El diablo imita a Dios y sutilmente le pone sus propios símbolos. La barba en forma de pezuña, el andrógino y los dedos en la posición del Bafomet, marcando 666. Para un cristiano eso es un sacrilegio. …».
Volviendo al caso real de este cartel, el fallo no es si está o no amanerado el Cristo o si tiene guiños satánicos, que parece que sí en ambos casos. Lo importante es que no cumple con su misión trascedente de una obra sacra. Pero, ¿qué es el arte sacro? Según la web Catolicalia lo define como El arte sacro se refiere a las creaciones artísticas que tienen una temática religiosa, especialmente aquellas relacionadas con la tradición católica. Estas obras de arte suelen ser utilizadas en lugares de culto, como iglesias, capillas y catedrales, y tienen como objetivo principal expresar y representar la fe, así como crear un ambiente propicio para la adoración. Y aquí está la clave de por qué muchos lo rechazan, quizá sin tener una razón tan explícita como esta, que adolece de “representar la fe, así como crear un ambiente propicio para la adoración”. Y es que a través del arte sacro se puede transmitir la fe, que ese es -o debe ser-el verdadero objetivo, evangelizar.
La Semana Santa para los cristianos tiene un profundo significado interior, quizá no para los turistas o católicos sin trascendencia religiosa, tanto de los actos como de los hechos religiosos. Pero si solo nos quedamos con escenas sentimentales, sin interiorizar sobre lo que sucede en esas imágenes -que no es más que el principio de redención de todos los hombres-, comprendo que lo defiendanvir sin más con un “es bonito” o “me gusta”, argumentos tan alejados de la razón y la lógica, que resulta demasiado infantil su enojamiento y en consecuencia, es fácil acusar de homofóbicos o ultracatólicos a todos los que opinen lo contrario. El sentimentalismo, consecuencia del individualismo nihilista, no profundiza, porque neutraliza la razón. Son ya varias generaciones sometidas a este mal que domina el ambiente, la política e incluso a la religión católica, posiblemente infectada de alguna forma del puritanismo sentimentaloide protestante que nos llega desde el cine y las series, que toma asiento en entre algunos clérigos que han decidido dejar de pastorear a su rebaño y ya solo pastan con las ovejas.
Arte sacro actual (BAC) Juan Plazaola Artola. Hace más de cuarenta años se publicó un libro con el mismo título. Esta nueva edición sigue conservando, por tanto, su carácter doctrinal y práctico, además de su valor documental y crítico, si bien actualizando datos, valoraciones y detalles, muchos de los cuales son fruto de la extraordinaria evolución que el arte, en general, ha experimentado durante este tiempo y de los cambios sustanciales que ha sufrido la percepción estética.
Jesús del Rescate (Almuzara) Juan José Montijano Ruiz. Este es uno de los muchos libros de la colección “Arte y patrimonio”, dedicada a la imaginería y el sentido estético y sacro de nuestras ciudades. En este caso, esta imagen que data de 1718 es un ejemplo de lo que habla el artículo. Conocerlo es una experiencia extraordinaria y apasionante en lo espiritual, una forma de acercarse a Jesús de Nazaret, recordar su pasión y muerte en rescate de la humanidad y celebrar la triunfal resurrección que da significado a la teología cristiana.
El Arte y la Moral (Encuentro) Ramiro de Maeztu. En este discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, al que acompaña un certero estudio introductorio del profesor López Quintás, se nos hace presente el mejor Maeztu: el defensor del espíritu y del amor a la suma belleza, el promotor del fecundo concepto de la Hispanidad, el hombre de recias convicciones, cuya figura resalta en una época especialmente convulsa.