Hay muchos chistes sobre psicólogos pero a mí el que más me gusta es el de Pepe y Ramón, esos dos amigos que se encuentran después de años sin verse:
-Hombre Pepe, cuánto tiempo sin verte, ¿qué es de tu vida?
-Pues fatal, Ramón. A mis años, aún sufro de incontinencia.
-Pues hombre, sí que es un problema, que a los 40 años aún te sigas haciendo pis en los pantalones. Yo lo único que te puedo aconsejar es que vayas al urólogo para que te ponga en tratamiento.
Pepe y Ramón se encuentran seis meses después y este le comenta aquel:
-Hombre Pepe, se te ve más risueño.
-Y todo gracias a ti Ramón. Seguí tu consejo: me fui al psicólogo, me puso en tratamiento y...
-Espera un momento: Pepe, yo no te dije que fueras al psicólogo, yo te dije que fueras al urólogo.
-Anda, pues te entendí mal y me fui al psicólogo.
-Bueno, ¿y qué? ¿Ya no te hace pis en los pantalones?
-No, ahora me lo hago igual... ¡pero ya no me importa!
Cuento esto porque el Instituto Nacional de Estadística (INE), nos dice que el número de suicidios aumenta sin cesar en España: ya hemos superado los 4.000 y, encima, el autohomicidio se dispara, precisamente, entre los adolescentes y los jóvenes. Es decir, no quieren vivir en la edad en que se forjan la grandes esperanzas, en la que todo ilusiona, incluso la contradicciones. Algo debemos estar haciendo mal.
Y naturalmente, la solución que se propone para reducir el número de suicidas consiste en aumentar el número de psicólogos. Ya saben, cuando la sociedad actual tiene cualquier problema lo soluciona aumentando el número de psicólogos, a ser posible con plaza pública de funcionario, en propiedad.
El único remedio contra el suicidio es la logoterapia: encuentra un porqué para vivir y acabarás encontrando el cómo. Y el mejor porqué es Cristo... el que sacia sin saciar
La verdad es que si yo me deprimiera tanto como para sufrir tendencias suicidas y encima me envían un psicólogo -ahora sospechosamente conocidos como terapeutas, los que lo curan todo- entonces sí que me pegaría un tiro, sin esperar un segundo. Que uno esté sufriendo de melancolía paralizante y encima le envíen un plasta de psicólogo para consolarte... perdónenme la blasfemia, pues el suicido es el peor de los homicidios, pero eso ya sería demasiado.
Enviando un psicólogo a cada depresivo no evitaremos suicidios pero, eso sí, solucionaremos el problema del desempleo en psicología.
Eso en el mejor de los casos, porque también podemos terminar en aquella mente sucia llamada Freud: entonces el psicólogo no te sacará de la depresión pero te introducirá en el fango.
Mucho me temo que el único consejo -científico- para evitar el aumento de suicidios es el que ofrece la logoterapia: encuentra un porqué para vivir y acabarás encontrando el cómo. Y el mejor porqué para vivir es Cristo, el que sacia sin saciar. Y si no… pues el suicido continuará siendo un signo de nuestro tiempo, la peor de las lacras del tiempo presente.