Fue muy divertida la convocatoria del pasado lunes 9, a una rueda prensa en el Ministerio de Sanidad. Su titular, Mónica García, de Sumar, es una mujer que se guía siempre por la misma máxima de los políticos británicos: "Hay que hacer algo. Esto es algo. Hazlo". De esta forma la clase política española se parece cada día más a un corral de gallinas mojadas que se golpean unas a otras, huyendo alocadamente sin que a nadie se le ocurra cerrar la manguera.
Resulta que el suicido se ha disparado en España. A doña Mónica le entra la prisa por hacer algo para que no digan que no hace nada. Convoca a la prensa y anuncia un plan contra el suicidio, sólo que el plan no lo han hecho aún, y repite los datos de suicidios que ya se conocían antes del verano. El ridículo llegó a tal extremo que una periodista, celosa de su tiempo, le llegó a espetar a la ministra su queja: no entendía la convocatoria de una rueda de prensa para repetir cifras ya sabidas y para anunciar un plan contra el suicidio que todavía no ha sido elaborado.
Exageraba la colega, no en el ridículo en que incurría la ministra, sino en la cuestión de fondo: admito apuestas, tres contra uno, a que la única solución que se le ocurre a doña Mónica consiste en contratar una colección de psicólogos, esa gente que sirven para un roto y para un descosido.
Ahora bien, se lo advierto: ningún psicólogo va a impedir que un desesperado se quite la vida. Los suicidas son aquellos que no encuentran un porqué para vivir. Y un psicólogo no puede ofrecer un porqué para vivir y, en el intento, cada psicólogo propondrá algo distinto. El psicólogo no puede sustituir al cura ni el cura la libertad personal de cada cual, que es lo que está al fondo del largo proceso que lleva... a quitarse la vida.
A la ministra Mónica García le deseamos que adquiera un poco, sólo un poquito, de sentido del ridículo. Y es que, en mitad de la tragedia, esto empieza a tener su lado divertido
Se disparan los suicidios: pues no ocurre sino lo que tenía que ocurrir. Hace tiempo que los españoles renunciamos a Cristo, es decir, renunciamos a la esperanza y, por tanto, no le encontramos un sentido a la vida. Y tenemos razón; sin Dios, la vida no tiene sentido.
Si quieres reducir los suicidios dale al suicida una razón para vivir. La mejor razón para vivir es sentirse amado por Dios. Pero no creo que Mónica García esté pensando en esta solución... y los suicidios seguirán aumentando. Por cierto, aumentan en España y en todo Occidente, esa parte del mundo a la que no le falta casi nada y, sin embargo, está hastiada de todo.