"La respuesta político-sanitaria a la pandemia constituye el mayor escándalo de salud pública de la historia. Se basó en un engaño descomunal, pero la verdad se va abriendo paso", no lo decimos en Hispanidad, que ya hemos sido catalogados de conspiranoides y negacionistas, siendo incluso censurados, sino Fernando del Pino.
Sí el hermano pródigo de Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, que abandonó la empresa familiar y se ha convertido en uno de los azotes de lo políticamente correcto, oye y lo que dice tiene base científica, no se vayan a creer.
Dice del Pino que la verdad se va abriendo paso, y razón no le falta. Se ha conocido que el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura ha ratificado la sentencia que estima el recurso de una mujer que sufrió una trombosis a consecuencia de una vacuna Janssen.
Sanciona la Justicia a pagar una indemnización de 40.000 euros a la mujer, que ha precisado de tres intervenciones quirúrgicas y ha necesitado 526 días para alcanzar la estabilidad clínica, aunque le han quedado otras muchas secuelas que suponen para ella una pérdida de calidad de vida.
La administración regional alegó en su defensa que desde que la mujer se puso la vacuna hasta que sufrió la trombosis habían pasado 56 días, tesis que fue desmentida tanto por la Inspección Médica como por el Servicio de Hematología del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres.
El alegato de la defensa es uno de tantos de los escuchados por las administraciones públicas para no reconocer que inocularon una vacuna poco probada y de la que se sabía aún menos. Por ejemplo, la Comisión Europea confirmó 12.000 muertes "espontáneas" tras la vacunación Covid, aunque "no significa que hayan sido causadas" por la misma. Y el ministerio de Mónica García ya rechazó asumir responsabilidades por los casos de efectos adversos registrados, asegurando que los españoles se vacunaron libremente con consentimiento informado y que, por lo tanto, debían asumir los efectos adversos de las inoculaciones.
Esta noticia se une a la que contábamos hace unos días en Hispanidad, cuando se conoció que Comisión Europea ha suspendido la comercialización de la vacuna Covid de AstraZeneca, después de que el laboratorio británico reconociera sus efectos adversos.
Pero volviendo al artículo de del Pino, que merece la pena leerlo, ¿qué ocurre con las vacunas y terapias genéticas que se impusieron de forma voluntario-obligatoria a la población?, se pregunta el autor, que recalca que "España fue uno de los países donde la dictadura sanitaria tuvo más éxito, pues se vacunó el 87% de la población".
"Hoy pocos analistas serios dudan que estas vacunas y terapias genéticas tan poco testadas no eran seguras. No sólo se han ido documentando multitud de graves efectos secundarios isquémicos y cardiovasculares (trombosis, ictus, miocarditis, embolia pulmonar, etc.), inmunológicos y de otros tipos[3], sino que muy probablemente hayan causado la muerte de decenas de miles de personas, según sugieren los datos de farmacovigilancia de EudraVigilance y VAERS. En la siguiente tabla se muestran las muertes anuales reportadas en EEUU tras vacunarse desde 1991 hasta hoy".
"Los mismos que defendieron la falsedad de que las vacunas impedían el contagio y, más tarde, que impedían la gravedad y la muerte (otra falsedad, como veremos), defienden que estas cifras de mortalidad tan inquietantes pueden despreciarse: correlación no implica causalidad, dicen".
Pero del Pino va a más, y denuncia otra realidad: "Ante la avalancha de efectos secundarios, la consigna es que, pese a ello, las vacunas han salvado incontables vidas y que, por tanto, la ratio riesgo-beneficio es positiva".
La evidencia científica no parece apoyar esa conclusión. Una revisión de ensayos controlados aleatorios aparecida como preprint en The Lancet concluyó que la tasa de mortalidad de los vacunados con vacunas ARNm era ligeramente superior a la de los no vacunados...A pesar de ello, algunos estudios[8], ampliamente difundidos por los medios, llegaron a hablar de millones de vidas salvadas por las vacunas, pero parecían pura publicidad: el sesgo de estar financiados por la OMS, la Fundación Gates o la Alianza de las Vacunas Gavi (ligada a los propios productores de vacunas), unido a chocantes errores de bulto[9], les otorgaba una credibilidad muy baja", dfiende del Pino.
En su artículo también analiza los datos españoles, "a finales de marzo de 2022, y a pesar de ofrecer tasas estimadas contradictorias, los datos del Ministerio de Sanidad mostraban que el 84% de los fallecidos por covid en los dos meses anteriores (sobre los que constaba información de vacunación) había muerto a pesar de estar vacunado con pauta completa".
"La mayoría de la población jamás debió ser expuesta a un medicamento experimental en la que el riesgo para la salud no compensaba el beneficio potencial", concluye del Pino.
E insistimos ha sido AstraZeneca con las vacunas ADN la primera en reconocer los efectos secundarios, ahora Janssen es condenada, pero seguimos sin saber nada de las vacunas ARN mensajero, de las que Pfizer fue la que más vendió.