Cada vez más personas nos preguntamos por qué, siendo civilizaciones tan avanzadas, capaces incluso de juzgar la historia como bárbara, oscura, heteropatriarcal e injusta, seguimos enfrentándonos a los mismos problemas que antaño: guerras, hambre, dictaduras, injusticia social y corrupción. Tal vez sea momento de detenernos, reflexionar y observarnos a nosotros mismos. ¿Es nuestra sociedad progresista realmente la solución, o somos, en parte, responsables de perpetuar estos problemas?

La sabiduría de los pueblos tribales de África nos ofrece una perspectiva antropológica profunda y quizá subestimada. Su filosofía afirma que "el hombre llega a ser hombre a través de otros hombres". Esta idea nos invita a reconsiderar nuestra visión individualista y redescubrir el valor de la interdependencia y la comunidad como base para construir un mundo más justo y humano.

En 2009, el profesor Dalmacio Negro reflexionó sobre la evolución de las ideologías y distinguió entre las ideologías clásicas y las nuevas corrientes de pensamiento, a las que llamó "bioideologías". Estas no buscan tanto modificar la sociedad o la economía a través de ideas políticas o filosóficas, como transformar al ser humano a partir de su integración en una masa social manipulable. En este nuevo enfoque, el individuo deja de recibir apoyo de las instituciones para el bien común y se convierte en una herramienta al servicio de un comportamiento colectivo controlado, lo que beneficia a las élites de poder.

Este control implica, en última instancia, una limitación de la libertad humana. La verdadera libertad reside en la capacidad de las personas para utilizar plenamente su inteligencia y voluntad. Si estas capacidades son coartadas, ya sea mediante leyes o dictados sociales, la voluntad queda limitada y la libertad se ve mutilada. Sin un entorno que permita actuar libremente, incluso la inteligencia queda estancada, incapaz de desarrollarse a través de la acción personal.

Negro identifica tres grandes bloques que sustentan estas bioideologías:

El bloque sexual: que incluye movimientos como el feminismo radical, la ideología de género, la homosexualidad y la transexualidad. Según esta perspectiva, estas ideas desestabilizan la identidad y la unidad personal, fomentando una visión fragmentada del individuo.

El bloque ecologista, que agrupa ideologías como el ambientalismo extremo, el animalismo, el veganismo, el antiespecismo y el transespecismo. Este bloque pretende igualar al ser humano con otros seres vivos, considerándolo no como un administrador de los bienes naturales, si no en ocasiones como una amenaza para la naturaleza y, por tanto, algo que debe ser controlado o reducido.

Y, por último, el tercer bloque, que Dalmacio Negro denomina eufemísticamente bloque sanitario, desde el que se abarcan temas como el aborto, la eugenesia, la eutanasia y el transhumanismo. Estas ideas, buscan redefinir los límites de la vida humana, otorgando al individuo un pretendido poder casi divino sobre la existencia propia y ajena, decidiendo sobre la vida de terceros.

Una característica común de estas nuevas corrientes es que eliminan cualquier noción de Dios como creador de la vida al que nos podemos dirigir

Si analizamos cualquiera de estos bloques citados, comprobamos que ninguno de ellos aporta ni paz, ni armonía vital, ni desde luego mejoras del bien común. En realidad, son generadores de una posición incómoda para todos porque muchos de ellos son antinatura o corrompen la razón, aunque la presión social y las modas colectivistas impongan el discurso contrario y nos lleven a una especie de optimismo ficticio, haciéndonos pensar que somos más libres porque tenemos más donde escoger según nuestro pensamiento subjetivo. Estas bioideologías, generan una ruptura social de seres humanos entre otros seres humanos, que nos lleva al embrutecimiento de la razón, lejos, muy lejos, del diálogo y el entendimiento, espacio donde la cancelación actúa de facto.

Esta manipulación de la masa social, encaja demasiado bien con el planteamiento elitista del Nuevo Orden Mundial (NOM), que promueve una visión global progresista, dando a entender que cualquier tiempo futuro siempre será mejor, eso sí, sin tener claro cuál es el camino que debemos recorrer para llegar a ese anhelado futuro. Solamente contamos con el acicate del pensamiento positivista y creer que quedarnos en el presente nos condena a no alcanzar un mañana mejor.

Una característica común de estas nuevas corrientes es la falta de trascendencia y su énfasis en el individualismo, dejando al ser humano atrapado en sí mismo. Además, eliminan cualquier noción de Dios como creador de la vida al que nos podemos dirigir, porque, por ejemplo, el transhumanismo busca construir un "superhombre" autosuficiente, ajeno a la necesidad de un Dios. Este pensamiento se refleja en prácticas como el aborto y la eutanasia, que se auto-otorgan el poder absoluto sobre la vida de otros y definirnos como dioses en cuanto que somos capaces de dar o quitar la vida a otra persona, simplemente por el deseo de lo que la persona dice creer querer.

Debemos regresar al núcleo esencial del ser humano, a las preguntas fundamentales: ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos? Sin esta reflexión, el hombre posmoderno permanece perdido, atrapado en sociedades que no le ofrecen más allá de sí mismo, lo que frena su libertad original y por lo tanto el crecimiento personal y colectivo. Porque hay suficiente experiencia de que las soluciones económicas y la relativización de la convivencia mediante leyes e información sólo profundizan esta crisis, porque consideran al ser humano como a una especie de menor de edad incapaz de decidir por sí mismo.

Prácticas como el aborto y la eutanasia se auto-otorgan el poder absoluto sobre la vida de otros y definirnos como dioses en cuanto que somos capaces de dar o quitar la vida a otra persona

Lo más alarmante de esta aparente felicidad posmoderna es su contradicción con la realidad. Los conflictos sociales, la desintegración de la familia y el creciente número de suicidios, cada vez más frecuentes entre los jóvenes, son síntomas claros de una sociedad enferma que no encuentra su rumbo.

Me ha parecido una reflexión de hondura la del escritor Nobel egipcio Naguib Mahfuz en su novela Trilogía de El Cairo, sostenía: “El hombre o es para toda la humanidad o no será nada”. Y ahora, trata de dar la vuelta a la frase y te encontrarás de cara con el presente existencial de Occidente: “La humanidad sin el hombre, es la nada”.

Trilogía de El Cairo (Austral), de Naguib Mahfuz. la obra cumbre del autor, donde narra que los nietos de Ahmad Abd el-Gawwad, el anciano comerciante de El Cairo, se distancian de la tutela familiar y se comprometen con diferentes opciones políticas en el convulso Egipto de los años treinta y cuarenta, desde el comunismo al fundamentalismo islámico. Frente al desencanto de la generación anterior, estos jóvenes encarnan la vitalidad de una nación que afronta con valentía su contradictorio futuro.

Transhumanismo y Nuevo Orden Mundial (EUNSA), de Albert Cortina Ramos. la emergencia de un nuevo ser con inteligencia artificial que puede llegar a adquirir algún nivel de autoconsciencia resulta preocupante y poco a poco vamos siendo conscientes de que con nuestra pasividad estamos dejando crecer un totalitarismo cibernético. No obstante, si despertamos y adoptamos una actitud proactiva, podemos construir la civilización del amor a la cual la humanidad está destinada.

El mito del hombre nuevo (Encuentro), de Dalmacio negro. Analiza en profundidad los conceptos que caracterizan la mentalidad moderna (humanismo, calvinismo, racionalismo, cientificismo, igualitarismo, ambientalismo, laicismo, nihilismo...), así como los autores que los han desarrollado, van quedando iluminados a lo largo de este análisis, cuya lectura permite sin duda comprender mejor nuestro tiempo y nuestra cultura, y con ello abrir nuevas perspectivas.