Sor María de la Antigua (1566-1617) es la autora de una ‘canción’ que anima a la conversión del alma a Cristo contemplando el sacrificio divino de la cruz por el ser humano, y que termina de la siguiente forma:
Pero si estás tan dura
que no te mortifican mis dolores
y tu vana locura
los oídos le niega a mis clamores,
alma, repara y mira
que cuanta es mi piedad, tanta es mi ira.
Justicia y misericordia constituyen los dos polos de la divinidad y una de las dos citas -la otra es la infancia espiritual- de los místicos que en el mundo han sido.
Pues bien, sor María escribió hace cuatro siglos algo muy actual de hoy, de nuestro siglo XXI.
Porque Insisto: se acaba el tiempo, el tiempo de cada uno y, a lo mejor, el tiempo de todos. Tiempo de conversión, claro, que no hay otro tiempo que éste, en el devenir humano.
Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa, grita la humanidad actual en busca de una excusa. Porque lo cierto es que sí que sabemos lo que nos pasa. Por mucho que hayamos adormecido la conciencia clama que nuestro orgullo infinito nos ha hecho perder el sentido del pecado... porque nos ha dado la realísima gana. Cuando alguien dice que el mundo va mal suele querer decir que el que va mal es él... y se niega a ponerle el remedio.
Los medios, el remedio, no es más que el abandono confiado en los brazos de Cristo y esto está al alcance de cualquiera que esté dispuesto a vencer su soberbia. Ahora bien, reconozco que, en plena blasfemia contra el Espíritu Santo, y con lo irrespirable que se ha vuelto el ambiente -ahora no hablo de la España de Pedro Sánchez sino de la Iglesia-, en plena época marcada por la Blasfemia contra el Espíritu Santo, en la suprema inversión de valores que hemos alcanzado en el siglo XXI, donde el mal es bien y el bienes mal, la mentira es verdad y la verdad es mentira, la belleza es fealdad y la fealdad se ha convertido en canon de belleza... la conversión no sólo resulta difícil, como siempre -precisa humildad- sino, incluso oscura.
Pero el tiempo se acaba. Sí, el tiempo de cada hombre y el tiempo de la humanidad... pero hay tiempo: la conversión es cosa de un instante,
Además, en tiempos de oscuridad, la misericordia divina nos ha proporcionado un remedio, un talismán del alma. Se lo recuerdo con otro poeta, el gran Lope de Vega, un poco más alegre, la verdad, que sor María de la Antigua:
De una Virgen hermosa
celos tiene el sol,
porque vio en sus brazos
otro sol mayor.
Ahí tienen la solución al enigma contemporáneo que, por otro lado, no deja de recordar el viejo dicho infantil: los papás son divertidos pero las mamás son para cuando duele.
Pero sí: el tiempo se agota, la tercera campanada ya tocó... y la solución la tiene usted al alcance de la mano, bajo el manto de la Inmaculada.