El alcalde de Torrecaballeros, provincia de Segovia, Rubén García de Andrés, es homosexual y convive con otro homosexual. Un cura del pueblo le ha negado la comunión porque considera que no cumple las condiciones para recibir el Cuerpo de Cristo. Lo cual es rigurosamente cierto. 

Lo que asombra es que esto asombre a alguien cuando no significa otra cosa que la aplicación de la doctrina de la Iglesia de Roma, por parte de un cura de la Iglesia de Roma. A ver chico, la documentación. Punto 2357 del Catecismo de la susodicha Iglesia católica: “Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”.

Para mí que la cosa queda bastante clara. Pero nuestro hombre, el alcalde, es político y tenía que montar el numerito por lo que le ha ocurrido a él y también a una pareja de homosexuales en otro pueblo segoviano: Basardilla. Así, el alcalde exige que la Iglesia le permita comulgar, al tiempo que ha calificado a la diócesis como “homófoba”.

Si realmente alguien cree que en la Sagrada Forma está el mismísimo Dios, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, no comulgaría sin las debidas disposiciones. Y si no lo cree: ¿por qué puñetas va a comulgar?

El Obispado de Segovia ha apoyado directamente al sacerdote (que es el párroco de Torrecaballeros y de Basardilla) y entonces el señor alcalde, el PSOE y los medios progresistas se han revuelto contra el cura. Bien por el Obispado pero yo no me conformo con eso: debería ser el conjunto de los obispos españoles quien se solidarizara con el sacerdote y advirtiera que en sus diócesis no se otorgará el Cuerpo de Cristo a quien no se acerque a la comunión con las debidas disposiciones. 

No se hace con ello ninguna injusticia a nadie: si realmente alguien cree que en la Sagrada Forma está el mismísimo Dios, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, no comulgaría sin las debidas disposiciones. Y si no lo cree: ¿por qué puñetas va a comulgar?  

Debería ser toda la Iglesia, con el Papa al frente, quien dejara claro las tres condiciones necesarias para comulgar: estar en gracia de Dios, guardar el ayuno eucarístico y saber a quién se recibe. 

Bueno, y no olvidar que existe un pecado que se llama escándalo.

Naturalmente, la centrífuga ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha salido en defensa del alcalde aludido. Una teóloga de altura como ella tenía que expresar su ponderada opinión al respecto. Y naturalmente, un diario como El País, mismamente, siempre preocupado por la Eucaristía, ha hablado de homofobia.