La realidad supera siempre a la ficción. Se llama Oliver, pero en la actualidad, y después de 18 agresivas cirugías valoradas en 150.000 dólares, ahora se autodenomina "Jimin".
Este joven inglés se ha sometido a cinco rinoplastias, una reducción de pómulos y pechos, modificación del contorno de la mandíbula y de barbilla y liposucción para parecerse al cantante Park Jimin. ¿Y si hubiera elegido como modelo a Kim Jong-un...?
El influencer de 31 años, conocido en redes como Oli London, se autodefine además como "no binario", es decir, según Wikipedia: "La expresión género no binario, también denominada genderqueer, se aplica a las personas e identidades que se encuentran fuera del binario de género, es decir, que su identidad autodesignada es que no se perciben totalmente masculinas o femeninas y que pueden identificarse con un tercer género o ninguno". Es curioso: ningún verificador ha acusado a Wikipedia de decir chorradas.
Oliver declara con orgullo que se considera el primer hombre “transracial” de la historia.Y es que, pese a no ser pionero en recibir operaciones para cambiar su apariencia racial, sí es el primero que afirma estar atrapado en el cuerpo equivocado y ser coreano no binario.
Y es tal su admiración por el artista al que quiere parecerse, que incluso fue a Las Vegas a "casarse" con un cartel del cantante. Sí, con un cartel.
Oliver dice ser parte del movimiento trans y afirma que “ser transexual es lo mismo que ser transracial porque naces en el cuerpo equivocado”. “Sé que mucha gente no me entiende, pero me identifico como coreano y ahora parezco coreano”, afirmó tras una de sus cirugías finales.“Me siento coreano. No me identifico como británico, así que por favor, no se refiera a mí como británico porque me identifico como coreano”, declaró el influencer. Oliver, si sigues autodenominándote tantas cosas a la vez, lo mismo no es fácil adivinar cómo dirigirse a ti.
A propósito del caso de Oliver, Religión en Libertad va un paso más allá y recuerda que estas situaciones suponen el avance del relativismo de las identidades, y podría abrir las puertas a otras corrientes autodenominadas “trans” tan surrealistas como los “transespecie”. Es el caso del barcelonés Manuel de Aguas, que se implantó en 2020 aletas en el cráneo para poder acercarse a las sensaciones del mundo acuático combinando apariencias animales y sensaciones subacuáticas, acercándose también al transhumanismo, o la combinación del hombre-máquina.