Sé que cuesta quitarse de encima la costra informativa para llegar a tener un juicio crítico propio, pero semanas después del inicio de la invasión de Rusia a Ucrania, tenemos que tratar de elevar nuestra capacidad de percepción y salir del terraplanismo mediático, cerrado, contumaz y sesgado (casi sectario) de los bombardeos diarios (nunca mejor dicho) que los ciudadanos, de España en particular y occidente en general, reciben en referencia de lo que sucede en Ucrania, pero que nadie explica de verdad por qué sucede.
Es uno de los sesgos que definen la información actual: muestran qué pero no dicen por qué. Generalmente los qué son consecuencias de algo y eso es precisamente lo que hay que analizar: solo así somos capaces de tener un juicio crítico que nos permita colocarnos en un lado u otro de la noticia y no amontonados en un cúmulo de opinión clonada.
Tendríamos que preguntarnos por qué Ucrania es una especie de tierra hostil que a lo largo de su historia ha sido mancillada por invasiones, matanzas y guerras salvajes. La geopolítica no es una novedad, todos los imperios la han practicado aunque no la llamaran así. La ciudad de Kiev, ya en el lejano siglo IX, cuando dio origen a la creación de Rusia, fue destruida por la invasión mongola en el año 1240. En la revolución bolchevique fue tomada hasta en doce ocasiones hasta que finalmente fue integrada en la URSS. En 1991, con la balcanización de la Unión de las Repúblicas Soviéticas obtuvo la independencia. Y Ucrania, como con todos los países que dejaron Rusia e iniciaron un nuevo camino hacia la soberanía, fueron tomados por oligarcas que se encargaron de enriquecerse a base de crear un comercio importante con otros países muy interesados en sus materias primas.
De hecho, los dos cabos del nudo gordiano y todos sus efectos colaterales de por qué Ucrania es otra vez invadida son razones geopolíticas de estrategias de poder y razones ligadas al comercio. Tanto Vlaldimir Putin como Joe Biden con la OTAN, saben que el principal comprador de materias primas y cliente estrella es China, ya que en 2012 el Banco de Exportación e Importación de China prestó a Ucrania unos 2.400 millones de euros para el fomento del desarrollo agrícola ucraniano, pero China no quería dinero a cambio, exigía la devolución en cereales. Además de este acuerdo, que no desaparecerá y que Estados Unidos no puede evitar, el socio prioritario de Rusia es China, refortalecido desde el 4 de febrero de 2022, donde Xi Jinping y Vladimir Putin se reunieron en el Estado Diaoyutai y acercaron posturas estratégicas -más si caben-, entre ambos países porque los dos se sienten amenazados por el empeño globalista occidental de Estados unidos y la Europa de género, que tratan de hacerles cambiar sus modos de proceder, tanto políticos, económicos y sociales. Las conclusiones de los mandatarios se resumieron en que las entrevistas fueron «francas» y «amigables», y acordaron estrechar una estrategia común «sin descanso» frente a las «injerencias extranjeras» y las «amenazas a la seguridad regional». ¿Aviso a navegantes...?
El objetivo de los americanos es bloquear a Putin, convertirle en un monstruo estalinista sin escrúpulos y relegar a Rusia a un mero poder circunstancial empobrecido cuyo margen comercial sea casi cero para colocar su gas y su petróleo
Yannis Varoufakis, que fue ministro de economía de Grecia, en una entrevista reciente dejó dicho que la situación de Ucrania podría haberse arreglado con la misma neutralidad que se practicó con Finlandia o Suecia. Pero si es tan fácil resolverlo y lo contrario tan peligroso, ¿por qué Estados Unidos y la OTAN se empeñan en provocar una guerra, pero sin mojarse ellos directamente, sino pasando armas a los ucranianos para que se despedacen entre ellos? Porque el objetivo de los americanos es bloquear a Putin, convertirle en un monstruo estalinista sin escrúpulos y relegar a Rusia a un mero poder circunstancial empobrecido cuyo margen comercial sea casi cero para colocar su gas y su petróleo. Mientras, la OTAN pretende incluir a Ucrania entre sus países miembros y posicionar sus misiles en ese país para presionar a las fuerzas militares rusas. Pero eso no va a ser, porque aunque Putin haya perdido la guerra formal, la de la autoridad no, y muchos sospechamos que no le temblará el dedo del botón rojo que activa la guerra nuclear.
Hablando de falta de neutralidad y veracidad mediática, ningún medio relevante ha dado a conocer estas declaraciones del presidente Putin, del recientísimo 23 de diciembre de 2021 -dos meses antes de que comenzara la invasión-, a modo de aviso reflexivo, casi amigable: «¿Estamos poniendo misiles junto a las fronteras de Estados Unidos? Es Estados Unidos con sus misiles el que ha venido a nuestra casa. Están en nuestra puerta. ¿Es una exigencia excesiva no poner más sistemas de ataque cerca de nuestra casa?... ¿Cómo se sentirían los estadounidenses si pusiéramos nuestros misiles en la frontera entre Canadá y Estados Unidos o en la frontera entre México y Estados Unidos? ¿Acaso México y Estados Unidos nunca tuvieron problemas territoriales?».
El globalismo de las tres últimas décadas para forjar el Nuevo Orden Mundial está en sus últimos estertores, y lo manifiesta de forma estúpidamente épica, es decir, morir matando. El futuro de la humanidad tendrá un nuevo sentido pluripolarizado, pero si USA y los atlantistas, Europa entre ellos, se empeñan en seguir forzando la liberación de Ucrania a través de una guerra innecesaria, provocará dos frentes mundiales de consecuencias muy graves para todo el mundo, especialmente el occidental.
La prueba de qué sucede de verdad, es que algunos países europeos han visto las barbas de su vecino puestas a remojo y se han apresurado a trabajar para que su dependencia energética se reduzca todo lo posible: vuelven al carbón, a la energía nuclear, al fracking y mandan a paseo la dictadura de la chifladura del calentamiento global. Pero España con Pedro Sánchez, un presidente mediocre pendiente de la nueva foto que le van a hacer, y Teresa Ribera, una ministra verde monocolor, cabezota, que a todo lo que toca sube el precio –desmesuradamente, habría que añadir-, y que no sabe promediar entre lo bueno, lo mejor y la necesidad real de los españoles, seguimos dando ejemplo de estupidez al mundo entero.
Ucrania, entre Rusia y Occidente. Crónica de un conflicto (UOC) Ana Lázaro. Ucrania es víctima de su posición geográfica, de su historia, de sus propias contradicciones internas, de sus errores políticos, de su oligarquía. Desde su independencia en 1991, la ex república soviética busca su propio camino. Pero se ha quedado atrapada en el tablero de la geopolítica internacional, desgarrándose entre el sueño europeo.
Geopolítica de los recursos energéticos (Síntesis) Eva María Martín Roda. Se parte de los orígenes de la industria petrolera, a mediados del siglo XIX, y se realiza un recorrido por los acontecimientos más significativos a este respecto hasta la actualidad: producción, reservas, espacios productores, principales corporaciones tanto privadas como estatales, conflictos por el control de los recursos, etc.. ¡Interesante, muy interesante!
Como entender la Rusia de Putin (Rialp) Francoise Thom. Para dar respuesta a estas preguntas, la autora examina la génesis y la historia del putinismo, y la política exterior a la luz de los cambios en su política interna. Aparece así la paradoja de una "civilización rusa" que da la espalda a Occidente.