La obsesión térmica, o chifladura por el calentón global, producto de la ola de calor -¡qué bien suena eso de 'la ola de calor que nos invade'!- agobia incluso antes de que se produzca, con su solo anuncio.

Paréntesis: cuando llegaba el calor y la sequía, el hombre de hasta hace dos generaciones depositaba su confianza en la Providencia; pasaba las olas de calor invocando a Dios para que trajera la lluvia. Yo creo que ese hombre era más sensato, y más científico, que el majadero de ahora mismo. Porque el científico -y el político- de hoy, es de los que vende el coche para comprar la gasolina. Te dice que para luchar contra el cambio climático tienes que cortarte un brazo y te lo planteas. O al menos te sugiere que te fastidies, que te automutiles, no para vivir tú mejor sino para que el planeta viva mejor. Y además, sabes que ningún hombre, ninguna humanidad, puede salvar a un planeta que gira alrededor del sol, a velocidad vertiginosa, alrededor de una pequeña estrella en una no muy grande galaxia de miles de estrellas y millones de planetas. 

Hay que ser muy tonto para creer en el cambio climático y tontísimo para creer que el hombre puede vencer al cambio climático de proporciones telúricas que nos anuncian renunciando a la energía nuclear. Lo que puede y debe hacer el hombre son dos cosas: confiar en Dios y adaptarse, que no vencer, al redicho cambio climático... que no es de ahora sino permanente. 

No se trata de prohibir el aire acondicionado ni de limitar el uso del agua: lo que tiene que hacer el hombre es crear, o procrear, que es lo suyo

En cualquier caso, contra el cambio climático se lucha en positivo: no mutilando al hombre sino creando tres cosas: energía, naturaleza verde y agua. Por concretar: contra el cambio del clima hay que fomentar la energía nuclear, que encima no contamina, la forestación del planeta y la desalación de agua de mar.

Y las tres cosas van muy unidas: porque la energía nuclear es, además de barata, intensiva. 

Esta es la condición básica para desalar agua de mar en grandes cantidades: para reverdecer tierra adentro se necesita una energía intensiva, que sólo puede proporcionar una central nuclear. Eso por no hablar de que si cuidamos la fisión nuclear llegaremos a la energía definitiva, la fusión nuclear, a la tecnología del hidrógeno.

En definitiva, Bruselas nos pide que apaguemos el aire acondicionado, yo pido que produzcamos la suficiente energía para alimentar todo el aire acondicionado que precisemos. Para eso hay que producir energía nuclear, reforestar España y desalar agua de mar hasta crear ríos artificiales.

Eso es lo que haría un hombre libre, que domina la naturaleza en beneficio de la única especie racional, como debe ser. El hombre apocado, en una sociedad apocada, dirigido por políticos apocados, sólo sabe morirse de asco y automutilarse. El hombre libre prefiere optar por conquistar la naturaleza. No reducir, sino producir. 

Ursula Von der Leyen se equivoca: no hay que consumir menos energía, hay que producir más energía, y más verde, y más agua y más alimentos, más de todo. 

Tenemos los medios -la naturaleza creada por Dios- y tenemos la inteligencia -que el mismo Dios nos ha proporcionado- para hacer fructificar esa naturaleza.