Cuando hace muy pocas semanas hablé de la guerra de los imperios, no dije que cada imperio tiene su propio Matrix, imprescindible para que la maquinaria ideológica que engrasa el pensamiento social esté en consonancia con el estilo de vida que le imponen, es decir, para que sea feliz a pesar suyo. Como en la película de Matrix (1999), hay actores que tratan de huir del Matrix que les contiene y que, por el bien del interés general -que no el bien común-, hay que sujetar.
Cada imperio tiene su agenda de actuación. En Occidente tratan de que sea la Agenda 2030 -café para todos-, por la que nos privan de nuestra libertad por motivos de salud de los pueblos y la madre tierra. Una especie de Pachamama, un credo religioso y laico del que estás obligado a creer y practicar, si no quieres ser apercibido duramente por la inquisición aplastante de la dictadura de lo políticamente correcto, los medios de comunicación propagandístico y las leyes coercitivas para hacerte entrar en razón.
También dije que cada imperio tiene sus propios límites que no siempre son fronterizos, también pueden resentirse por problemas estructurales, o peor, porque los individuos que se rebelan crecen y acceden al poder por debajo del dominio hegemónico, implantando otra opción. Es verdad, existe la pastilla roja que te saca del sistema o la azul, con la que despiertas y sigues como si nada ocurriera. Pero como en la Matrix, también hay siempre un elegido al que sin duda cada ciudadano responderá según la píldora que ha tomado. La píldora roja es el reconocimiento de la historia, la humanidad, la trascendencia de nuestros actos, el compromiso personal; la azul apuesta por el futuro por venir no planificado por uno mismo, la visión antropocéntrica, la visión del deseo y la pérdida de identidad.
En Occidente tratan de que sea la Agenda 2030, por la que nos privan de nuestra libertad por motivos de salud de los pueblos y la madre tierra. Una especie de Pachamama, un credo religioso y laico del que estás obligado a creer y practicar, si no quieres ser apercibido duramente por la inquisición aplastante de la dictadura de lo políticamente correcto
Frente a la Agenda 2030, existe la agenda liberal que promulgan los Neo del Matrix occidental, tales como Nayib Bukele, Giorgia Meloni, Viktor Orban,Santiago Abascal o el recién elegido Javier Miley que da esperanza a un país sumido en una crisis que dura décadas, con una inflación del 140% anual y una pobreza extrema, sobre todo en zonas rurales. Un país empobrecido por políticas progresistas que son precisamente las que empujan los ideólogos de la agenda -2030- globalista y progresista. También en este grupo está Donald Trump, que ha celebrado el éxito del argentino con el siguiente discurso: «La victoria de Milei es la derrota del Foro de San Pablo, de los Castro, Lula, Petro, Evo Morales y la izquierda internacional».
¿Por qué bajó la presión sociopolítica en la que vivimos, hay cada vez más personas que se rebelan ante gobiernos que les proporciona derechos, decisiones subjetivas -como el mal llamado género- o vivir en un estado del bienestar? Quizá habrá que mirar por debajo de las sensaciones físicas y materiales. Más allá de las concupiscencias esenciales, existen unas potencias que hacen del ser humano algo sublime, único y extraordinario, que le convierten en la criatura de la naturaleza por excelencia, que ha sabido soportar catástrofes naturales, enfermedades mortales, dictaduras criminales y también la falsedad de una vida regalada de derechos que no lo son, que no aportan crecimiento personal ni social. Hablo de la libertad. Parece ser, que cada día hay más personas conscientes de su limitada capacidad de decidir en cosas cotidianas, que se sienten más limitados en su propia humanidad. Parece ser, que a la sociedad, como ente vivo, no le gusta la intromisión permanente en todos los estados de la vida de los ciudadanos. Parece ser, que cada día hay más gente que se rebela ante el paradigma de que todo lo personal es político.
Frente a la Agenda 2030, existe la agenda liberal que promulgan los Neo del Matrix occidental, tales como Nayib Bukele, Giorgia Meloni, Viktor Orban,Santiago Abascal o el recién elegido Javier Miley que da esperanza a un país sumido en una crisis que dura décadas
En la película Huérfanos de Brooklyn, Edward Norton, director y actor principal, es Lionel Essrog, una especie de detective que se mete en un lío tras la muerte de su amigo y protector. Por otro lado, Alex Baldwin en la película es Moses Randolph, un constructor mafioso que tiene atrapado al ayuntamiento de Brookllyn y que hace de su capa un sayo a base de matonismo financiero y político. En la película se cruzan un diálogo que es la piedra angular del fondo de la película, que es la esencia del mundo político y financiero en el que vivimos, y que nos ayuda a comprender porqué políticos y multimillonarios hacen lo que hacen.
El mafioso Moses dice al timorato Lionel: quiero que me concedas otra cosa, ¿si has podido encontrarlo? Lionel mira con perspicacia y le dice ¿qué he encontrado? Moses se pone evasivo: calumnias, falsedades, mentiras supongo… Lionel se encuentra más respaldado por la actitud a la defensiva de Moses y le responde que entonces la ley está de su parte, no tiene de qué preocuparse. Moses se repone de su forma cohibida y le espeta con fuerza: casi nada de lo que he conseguido en mi vida ha sido gracias a la legalidad. Así que yo no voy a apoyarme en esa frágil trama en un momento como este, solo por qué la diferencia es que la ley es un reglamento que se elabora para un momento en concreto. Lionel le mira fijamente y, con los dientes apretados, dice: ¿está por encima de la ley? Moses le responde de igual manera: no solo por delante.
A continuación, sigue un alegato de Moses que podría haber dicho cualquiera de los que este pasado 19 de noviembre han hecho presidente a Pedro Sánchez: Qué diferencia hay, la ley es un reglamento. Si reconstruyes la ciudad, según mi experiencia, la ley se adaptará sin duda a lo que haces. A mucha gente le gusta la ciudad tal como está. Así es, hay mucha gente conformista que no se pregunta por qué se hacen algunas cosas que tarde o temprano les afectará. En efecto, cada día más gente toma la pastilla roja porque ve que la ley no está para guardar el orden. Ni tan siquiera para que todos estemos bajo la misma ley, aunque esta fuese mala. La ley se amolda a la necesidad del poderoso, de los políticos que ponen por encima del bien común su propio interés, el del partido o el del imperio que le dicta cómo deben ser las cosas.
Hay mucha gente conformista que no se pregunta por qué se hacen algunas cosas que tarde o temprano les afectará. En efecto, cada día más gente toma la pastilla roja porque ve que la ley no está para guardar el orden
Agenda 2030 (Letras Inquietas), de José A. Bielsa Arbiol. Las trampas de la nueva normalidad, es la segunda parte del título, y surge con la necesidad de propiciar un debate que nunca llegó a producirse: el de la justificación racional y fundamentada de la pertinencia de su implementación. Un evento sin equivalentes en el devenir de la Historia y que ha sido impuesto a la población mundial por la fuerza de simulacros democráticos, sin mediar debate o referendo alguno. Un libro imprescindible para adentrarse en el más despiadado experimento totalitario de los tiempos modernos.
El fin de la Izquierda (Sekotia), de Paloma Hernández. La autora trabaja desde el pensamiento del materialismo filosófico y en esta ocasión hace un recorrido de las izquierdas indefinidas, donde ninguna de ellas responde a los intereses que tradicionalmente han representado los ya arrinconados intereses sociales que justificaban su existencia. El libro muestra cómo todas ellas se han plegado a los intereses globalistas progresistas que difunden los hegemónicos gobernantes que defiende la Agenda 2030 y los dictados progresistas que conducen al control de las sociedades.
Religión woke (Almuzara), de Enrique Rubio. Bajo este título y con una mirada reflexiva, satírica y mordaz, el autor nos invita a preguntarnos cómo la «religión izquierdista» dominó gran parte de Occidente en el primer cuarto del siglo XXI… y cómo se convirtió en el nuevo conservadurismo liberticida. El wokismo es como si el nazismo y el comunismo hubieran tenido un hijo en una parroquia protestante y lo hubieran llevado a un colegio