El cardenal Rainer Maria Woelki, arzobispo de Colonia, es uno de los escasísimos obispos alemanes que se oponen al cisma que plantean sus colegas de la teología de la bragueta de los purpurados teutones, quienes exigen al Papa que apruebe el aborto, la homosexualidad, y no se sabe qué otras maravillas, todas ellas relacionadas con el vértice inferior del triángulo de la vida, formado por el estómago, el bolsillo y ese tercero que está usted pensando.

Naturalmente, como era uno de los escasísimos prelados teutones fieles al catecismo -un malicioso diría que es uno de los pocos obispos germanos que aún cree en Dios-, la policía alemana ha entrado en el Obispado para un registro, ante las cámaras de TV, por lo de siempre: no es que el obispo sea pederasta pero resulta que en un caso de pederastia clerical no actuó con la debida diligencia, a consecuencia de lo cual no dijo la verdad ante un tribunal alemán, porque aseguró que sí había actuado... ¿me siguen?

No me extraña que medio millón de católicos hayan apostatado en Alemania

El registro al Obispado de Colonia ya ocurrió dos semanas atrás. Si escribo ahora es porque naturalmente los obispos de la bragueta han pedido a Francisco que fusile a Woelki y el Papa -¡Qué horror!- ni tan siquiera ha accedido a atender su carta de dimisión. Al menos por el momento.

La Iglesia alemana es una Iglesia rica y dependiente del Estado. No sé cuál de ambas cosas es peor pero ambas disparan la soberbia de los obispos cismáticos y herejes de Germania y ya saben que la soberbia es un defecto apenas conocido en las tierras del Kaiser. 

No me extraña que medio millón de católicos hayan apostatado en Alemania. A lo mejor es el momento de dar un puñetazo en la mesa y/o una bofetada (tranquilos, resultaría una muy santa bofetada) en algunos rostros purpurados.