No lo digo yo, lo dice el prestigioso diario La Vanguardia y lo dice muy en serio. Ojo al dato: “Soros invierte toda su fortuna en combatir el autoritarismo”… y por todo el mundo mundial. ¡Grande sos, amigo George!
Es decir, que Soros, el hombre que monitoriza a Pedro Sánchez y a otros líderes mundiales, es un paladín de la democracia, un ejemplo a seguir. De él lo aprendió todo Pedro Sánchez, que entró en el universo Soros de la mano de uno de los españoles del Nuevo Orden Mundial (NOM), el ex ministro socialista e inefable hombre NOM, Carlos Westendorp, ministro de Exteriores de España con Felipe González y luego embajador de España ante Naciones Unidas. Westendorp introduce a Sánchez en la Galaxia Soros, y el entonces muchacho socialista por merecer, se convierte en observador del Democratic Institute (otra institución de Soros).
A partir de ahí Sanchez será, antes que ninguna otra cosa, un hombre de George y amigo personal de su hijo Alex.
La Vanguardia asegura que Soros ha dedicado 32.000 millones de euros a su Open Society, un lavadero de dinero producto de la especulación financiera y dedicado a imponer el pensamiento único progresista en el mundo, al tiempo que a reducir la libertad de expresión de los cristianos, principalmente en América y Europa.
Y lo de la monitorización de Pedro Sánchez no es ninguna exageración. Recuerden que es su hijo Alex Soros quien prepara los estruendosos y estentóreos (casi ostentóreos) viajes de don Pedro a Nueva York.
El húngaro Víctor Orban, uno de los pocos europeos que mantiene la cabeza fría y los pies calientes -el europeo de hoy representa el biotipo contrario-, compatriota de Soros, le ha dedicado el título de persona ‘non grata’ en Hungría. Por algo será. Y naturalmente, Sánchez se ha convertido en el gran perseguidor de Hungría en el seno de la Unión Europea.
Pero atención: lo primero que hay que saber de George Soros es que hay dos tipos de hombres del Nuevo Orden Mundial (NOM): los que buscan el poder para obtener dinero y los que buscan el dinero para obtener poder. El primero es el mero corrupto. Poco que decir, figura conocida y mucho menos peligrosa para el bien común de lo que parece, al menos si uno lee la prensa occidental. El segundo es el filántropo, ¡es George!, y resulta mucho más peligroso para la salud espiritual de los pueblos: ¡Dios nos libre de los filántropos!, clamaba Chesterton. Sabía de lo que hablaba, ya hace 100 años.
Porque George, nacido György Schwartz en Hungría y reconvertido -hortera que es el tipo- en el gringo George Soros, a sus 91 años, ya ha ganado mucho dinero y ahora sólo pretende el poder. Y ya no poder sobre los cuerpos sino sobre las almas: cambiar el mundo destruyendo las raíces cristianas y, si pudiera, la civilización occidental misma, hasta arrancarle sus raíces cristianas.
Los corruptos no me preocupan, los filántropos sí: ¡Dios nos libre de los filántropos!
¡Ojo!, lo de Soros no es socialismo, sino capitalismo plutocrático. Pero le valen ambos como medio para alcanzar su mayor deseo: acabar con el Cristianismo.
¿Qué resulta más anticristiano hoy, el comunismo o el capitalismo? Son dos cabezas de la misma hidra. En ambas prima lo grande sobre lo pequeño. En cualquier caso, a Soros le molesta la cosmovisión cristiana en general y la Iglesia de Roma en particular.
Por tanto, tenemos que comprender que el Nuevo Orden Mundial (NOM) es un club de plutócratas. No es de izquierdas ni de derechas. Es la plutocracia progresista la que gobernará el mundo: una plutocracia, sin exageración alguna, verdaderamente demoníaca. El objetivo de Soros no es la democracia en el mundo, como asegura La Vanguardia, aunque sea este sistema, pervertido como lo está en la actualidad, el mejor agente. Ya saben, ‘corruptio optimi pessima’ (la corrupción de lo mejor es lo peor), el que mejor le permite desarrollar su apostolado nauseabundo. Y ese proselitismo soroniano tiene hoy por objeto el globalismo financista así como -no es una cuestión menor- la venenosa ideología de género.
Y ver a La Vanguardia, un periódico serio, adorar al peligroso tirano, una de dos: o La Vanguardia se ha vuelto tonta -no lo creo- o La Vanguardia sigue siendo igual de capaz que siempre pero ahora colabora con el Nuevo Orden Mundial, el Pacto Mundial, la Agenda 2030, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y otras mamonadas.
El director de La Vanguardia, Jordi Juan, debe elegir si quiere jugar el papel de tonto o el de malo. A mí me gustaría que no volviera a incurrir en ninguno de los dos.