La posverdad es otro de esos neologismos de éxito efímero. Hace cinco años todo conferenciante lo citaba: hoy se ha convertido en un término intratable, que es peor que invisible.
Se definía la posverdad como la tendencia a dar más importancia a las opiniones y a las emociones que a los datos. Juan Luis Cebrián, un tipo inteligente de quien sospecho que hoy contempla la tempestad de confusión creada por los vientos que él mismo contribuyó a soplar, aseguraba que muchos periodistas creen que los hechos son libres y las opiniones sagradas, lo contrario de lo que él había tratado de inculcar a decenas de periodistas españoles.
Pues con todo respeto, Janli: fuiste un gran periodista que hizo mucho daño al periodismo español, pues te equivocabas antes y te equivocaste después. Los datos, como los hechos, no son nada en comunicación hasta que los interpreta un ser pensante, periodista o lector, y el único ser pensante, capaz de sacar conclusiones de hechos y datos, de forma acertada o errónea, es el hombre.
¿Fake news? Valiente estupidez: la mentira tiene las patas cortas, y no necesita de censores que la delaten. Un bulo no dura en vigor ni un suspiro y la verdad de un relato se comprueba en la coherencia interna del mismo
Y así llegamos a los verificadores, los Newtral o los Maldita, pero también los grandes medios y el propio Gobierno, unidos para... censurar todo tipo de discrepancia.
Cebrián: en el siglo XXI ya no lucha la prensa contra el poder político, económico o cultural. Ahora, son los cuatro grandes poderes -político, económico, cultural e informativo- los que luchan por ningunear la prensa independiente. Es decir, no se trata de una lucha sectorial sino de una lucha de los grandes contra los pequeños, batalla entre el oligopolio de prensa o el duopolio de televisión contra el periodismo independiente de internet, muchos pequeños que sumados dan algo grande y, encima, alternativo.
Sin embargo, los grandes multimedia ya no conforman un poder controlador del poder. Tu PRISA, ahora mismo en decadencia profunda, constituye otro poder, el cuarto si lo prefieres, aliado con los otros tres: político, económico y cultural... Este último, también conocido como lo políticamente correcto, el poder más peligroso de todos.
En este tinglado de la nueva farsa, surgen, sí, los verificadores, que no denuncian los hechos falsos, los bulos, las 'fast news', sino que se dedican a censurar a los discrepantes en nombre de los datos falsos, o falsas noticias, 'fake news'.
Más peligroso que la posverdad es la neoverdad porque al igual que hay datos ciertos y datos falsos, existen juicios ciertos y juicios falsos
Valiente estupidez: la mentira tiene las patas cortas, y no necesita de censores que la delaten. Un bulo no dura en vigor ni un suspiro y la verdad de un relato se comprueba en la coherencia interna del mismo. La incoherencia es flor de un día.
Los verificadores censuran según las consignas de lo políticamente correcto. Es decir, en el siglo XXI, censuran a quienes discrepan del Nuevo Orden Mundial (NOM). Por ejemplo, a los católicos. El pensamiento católico está mal visto y se trata de que parezca ridículo. Para ello, no hay nada como convertirlo en bulo aprovechando que el redactor o trasmisor de una verdad cristiana cometa un error, aunque sea mínimo, en los datos. Los verificadores siempre olvidan la verdad machadiana de que todo es poco más que algo menos. Pero es.
Más peligroso que la pos-verdad es la neo-verdad. Es decir, hay juicios ciertos y juicios falsos de la misma forma que hay datos ciertos y datos falsos. El feminismo, la ideología de género o la ecología han creado una serie de juicios falsos que convierten, porque sí, en evidencias científicas. La pandemia sí que existe, como el cambio climático, pero no con la exageración con las que no los presentan. Exageración, es decir, falsedad, de la que se aprovechan los verificadores de la neo-verdad. Ya, hasta el Parlamento europeo les da carta de naturaleza.
Hemos creado la neo-verdad y pagado a los nuevos censores para que anulen la discrepancia de todo lo que se oponga a los mandamientos del Nuevo Orden Mundial (NOM). En nombre de la autoafirmación del hombre, por supuesto
Hemos creado la neo-verdad y pagado a los nuevos censores para que anulen la discrepancia de todo lo que se oponga a los mandamientos del Nuevo Orden Mundial (NOM). En nombre de la autoafirmación del hombre y del destierro de Dios, por supuesto. Insisto: los verificadores no denuncian mentiras sino que censuran discrepantes, especialmente lo más discrepante del Nuevo Orden Mundial (NOM): el cristianismo.
Y además, los verificadores, los Newtral y los Maldita, hacen negocio con las subvenciones públicas y privadas. Dinero no les falta. Por contra, la verdad del siglo XXI es pobre y bastante vulnerable.
Además, los verificadores, los Newtral y los Maldita, hacen negocio con las subvenciones públicas y privadas. Dinero nunca les falta. Por contra, la verdad del siglo XXI es pobre y bastante vulnerable
En cualquier caso, el mismo paso que hemos dado desde el relativismo a la blasfemia contra el Espíritu Santo, de nada es verdad ni nada es mentira... a la verdad es la mentira y la mentira es la verdad. En ese cambio surgen los verificadores, de oficio (EFE, RTVE, el propio Gobierno) o de beneficio (Newtral, de la familia de Ana Pastor, y Maldita, la cual está financiada por Soros), que han provocado una peligrosa transformación del mundo informativo: antes todos estábamos de acuerdo con los hechos y, lógicamente, se discutían las interpretaciones. Ahora no: ahora los verificadores te dicen cuáles son los hechos y cuáles son las interpretaciones que debes darle. Y pobre de ti como discrepes de hechos o de interpretaciones, pobre de ti si discrepas de 'los expertos'. Ya sabe, de Ana Pastor o de Clara Jiménez o de quienes ellas decidan que son expertos. Todavía recuerdo aquella afirmación de uno de los genios de Maldita.es desacreditando a Luc Montagnier, el hombre que desconfiaba del origen del Covid y de su interpretación forzada. Según Maldita, Montagnier lanza bulos "aunque sea Premio Nobel de Medicina". ¿Comprenden? la verificadora Clara Jiménez sabía más de ciencia, del Covid, que un Premio Nobel de Medicina, experto en virología y descubridor del VIH. Porque sí, porque ella lo vale. Y esto, sólo porque Montagnier se negó a aceptar los dogmas -perdón, evidencias científicas del NOM-. Y la cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque Google utiliza los criterios de los verificadores para imponer qué es lo que se puede leer en Internet y qué es lo que no se puede leer.
Si discrepas de la neo-verdad, eres un fascista, un fanático, un populista, probablemente un idiota.
A partir de ahí, la necedad crece...