Nos toman por idiotas y a lo mejor tenemos la culpa. Termina una Navidad sometidos a una triste campaña del miedo. Miedo a los “virus respiratorios ", novísima expresión bobochorras que en breve se convertirá en evidencia científica.
Pero el nombre está bien buscado, con mala leche, porque el hecho físico que la inmensa mayoría de la gente identifica con la muerte es la imposibilidad de respirar, algo ligeramente molesto. Así, si hablas de 'virus respiratorios’, siembras un pánico irracional aún cuando nadie pueda concretar de qué puñetas estamos hablando.
Al tiempo, hemos vivido las Navidades bajo alerta, a la espera de un atentado inminente, en Berlín, Madrid, Roma, París, Londres, etc. Se trataba de fastidiarnos la Navidad, fiesta que aún tiene un rescoldo cristiano que aún no se ha conseguido paganizar.
En resumen, por nuestra salud y nuestra seguridad, tenemos que otorgarle todo el poder a Tedros Adhanom, uno de los nuestros peores ciudadanos. Observen el recuadro adjunto que corre por Internet y que merece la pena recordar.
No olviden, que los totalitarismos del futuro, y ya del presente, nos torturarán en nombre de nuestra salud y de nuestra seguridad, que viene a ser lo mismo. Y quien se atreva a levantar la mano será un negacionista al que no hará falta que persiga el poder: le perseguirá el vecino.
¡Viva el miedo! ¡Vivan las cadenas!
Solución: pitorréese usted de los profetas del Apocalipsis sanitario. No, no son tipos raros provenientes de la exclusión social o del manicomio más próximo: hablo de ministros de la corona y de profundos tertulianos televisivos, que nos aconsejan la cultura del cuidado y la adoración a la democracia.