La doctora Danielle Kain, especialista en cuidados paliativos, profesora asociada y copresidenta de la división de medicina paliativa en la Universidad Queen's, ha sido nombrada directora de cuidados paliativos en el Hospital Providence en Kingston (Ontario, Canadá), traduce Infocatólica de CNA.
El hospital pertenece a una franquicia de establecimientos sanitarios católicos y Kain no es solo favorable a la eutanasia, sino que la ha practicado.
En las redes sociales, Kain ha argumentado que todas las instituciones financiadas con fondos públicos, incluidos los hospitales católicos, deberían estar obligadas a ofrecer la eutanasia. También ha expresado su apoyo a la Política de Derivación Efectiva: los médicos que tienen objeciones de conciencia a la eutanasia deben derivar a los pacientes a médicos que ofrecen el servicio. En un tuit de 2016, Kain escribió: «Hacer una derivación efectiva no es una infracción de derechos».
En la ética católica, la derivación de la eutanasia a otro médico constituiría una cooperación material inmediata con un acto inmoral, recuerda CNA.
Esto dice el catecismo de la iglesia católica sobre la eutanasia y los cuidados paliativos:
2276 Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible.
2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable.
Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre (cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Iura et bona).
2278 La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el “encarnizamiento terapéutico”. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.
2279 Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados.