Recuerden ustedes cuando las mujeres, a voz en grito, pedían a Felipe González un hijo: "Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo". Todas enloquecidas. A mí Felipe González nunca me apareció una persona atractiva, ni física, ni ideológica, ni psicológicamente, es más, físicamente tiene un cierto llamado a simio, pero independientemente de mi opinión personal vendrá lo importante. Lo que los diferentes líderes trasladan, transmiten, a sus seguidores, aunque sin ningún rubor todos hayan dicho lo uno y lo contrario, los de la derecha, la izquierda y la extrema izquierda.
No podemos negar la evidencia de que el mismo Pablo Iglesias y su antagónico Santiago Abascal tienen una red hooligan dispuesta a cualquier cosa por ellos. Pero no por ser los extremos ideológicos del arco parlamentario, porque lo mismo sucede con el blandito Pablo Casado o con el falso Pedro Sánchez. Todos tienen una forma de transmitir, una manera de acopiar miradas y votos que viéndolo desde el punto de vista particular, puede parecer absolutamente increíble.
Carisma es la cualidad o don natural que tiene una persona para atraer a los demás por su presencia, su palabra o su personalidad. Sin embargo, creo que los líderes que en teoría tienen ese carisma, atraer a las masas, no coinciden con ninguna de estas tres capacidades naturales que se les suponen. Hoy todo pasa por un seguidismo y estudiado marketing de acciones, gestos, palabras y formas, que cruzan vertiginosamente en la psicología de los electores, de todos nosotros, que de alguna manera contactan de forma prodigiosa con nuestros gustos e intereses. Es falso el don natural de Pedro Sánchez; es falso el don natural de Pablo Casado; también es falso el de Pablo Iglesias y el de Santiago Abascal, porque todos preconciben cada uno de los movimientos que utilizan para dirigirse al público con un meticuloso tacticismo. Habría que verles a cada uno de ellos en su entorno natural, es decir, en el ámbito de lo familiar y de la intimidad. Ahí es donde podríamos descubrir al que sí es el líder carismático o que tras un móvil posiblemente no sea nada más que un fantoche miedoso que se acurruca bajo las faldas de la mesa camilla de la salita de su casa -casoplón o palacio-.
Lógicamente estoy especulando, sólo es una suposición de lo que puedo llegar a imaginar que pueden llegar a ser, y no sea tan real mi suposición. Lo que sí hay que tener en cuenta es qué ocurre cuando un líder llega a la cima de la política, estando o no en el gobierno. Hay que tener en cuenta qué es lo que hace esa persona, qué ha tenido que hacer para llegar hasta allí, porque sin duda habrá pasado por momentos muy difíciles de su vida, especialmente por decisiones que posiblemente jamás hubiese tomado si no estuviesen vinculadas directamente con y por el poder, en concreto por el ansia de poder. Estas personas tan carismáticas que llegan a esos niveles, de lo que sí estoy seguro es que carecen de moralidad, porque para llegar hoy en día a altas cotas en política tienes que renunciar a aspectos, ya no digo morales, es que incluso éticos, y la corrupción de la persona empieza por la mentira, el primer atisbo de la corrupción de la razón. No importa cambiar de parecer, o de vida,o de domicilio, incluso trilear con el mal del terrorismo, o contra la vida con el aborto y la eutanasia. Al final su carisma nada más se queda en lo estético. La foto, la noticia, lo que esperan que diga, reafirmarse en el discurso de moda globalista que los medios de comunicación se encargan de implantar. Son incapaces de decir a las masas que hay decisiones malas, inmorales, inhumanas…
Son incapaces de decir a las masas que hay decisiones malas, inmorales, inhumanas…
Sin embargo, en el cristianismo, el carisma se ve de otra forma. Se considera más como la gracia o don concedido por Dios a determinadas personas en beneficio de la comunidad. Los que ya tenemos unos cuantos años y hemos podido ver cómo ha evolucionado la sede de san Pedro en los últimos cuarenta años, hemos visto como en cada momento de la historia del mundo, la Iglesia ha respondido a las necesidades del mundo. Juan Pablo II (hoy santo) tocó tierra vaticana justo en el momento en el que la sociedad universal daría un giro espectacular, viviría un cambio que todo el mundo esperaba pero no sabía cuándo llegaría y, que sin embargo, se produjo en su papado: la caída del muro de Berlín y el hundimiento del comunismo soviético. En 25 años de papado hizo una escuela de pensamiento que jamás renunció a la verdad… ¡Eso sí es carisma! Influyó de tal manera en varias generaciones y gracias a ello prácticamente subsiste la Iglesia de hoy día.
Benedicto XVI, sin tener la fuerza arrolladora y explosiva de Juan Pablo II, aportó la lucidez de una inteligencia teológica de amor por el hombre y cuya valoración por parte espiritual de la Iglesia ha sido muy importante para la sociedad, para el mundo y, por supuesto, para los católicos.
Ahora disfrutamos del papa Francisco, un Papa con muchas contradicciones, sobre todo de carácter visual, después de sus dos predecesores, tan categóricos, tan claramente doctrinarios. Quizá chocan con cierta rotundidad frente a Francisco, demasiado de la gente, demasiado de la calle, como él mismo recomienda, con demasiado olor a oveja y eso no es malo, todo lo contrario, aporta a la sociedad llegar hasta el último rincón del mundo, hasta la última persona necesitada.
No obstante, los grandes medios de comunicación bajo la bota del globalismo, han hecho de este, nuestro papa Francisco, el de todos los católicos, guste o no guste, una especie de monigote que no se corresponde con el contexto real del Papa. Le han convertido en una especie de correa de transmisión de todas las secuelas del globalismo que van desde el homosexualismo, la vida, el pensamiento doctrinal y el amoralismo. Es justo lo que querían, exactamente lo que necesitaban: la manipulación del líder espiritual más importante de la tierra, nuestro Papa. Los medios de comunicación, sus noticias descontextualizadas y los lobbies, responsables de agitar a la muchedumbre para confundir a los que pudiesen tener una idea clara de lo que quieren en la tierra cómo cristianos católicos, hacen una labor tan grande como miserable.
Los grandes medios de comunicación, bajo la bota del globalismo, han logrado la manipulación del líder espiritual más importante de la tierra, nuestro Papa
Las personas carismáticas tienen una tremenda responsabilidad, tan importante en su fondo como en las formas de comunicarse con el resto de la sociedad. El problema es que en muchos casos habría que definir responsabilidad. Ser responsable es asumir las consecuencias de las propias decisiones. Sin consecuencias no hay responsabilidad, y sin responsabilidad no hay libertad, es decir, madurez.
Vivimos tiempos de líderes infantilizados por el propio sistema. Esta falta de responsabilidad de lo que se hace o se dice, específicamente en los líderes políticos es tremendamente grave. Se dice que el pueblo castiga o bendice al líder en las urnas. No lo crean, es una falacia más, no es cierto, porque el daño que ha dejado en su paso con algunas decisiones, a veces tremendamente dañinas, nadie lo puede reparar, posiblemente en muchas generaciones.
Políticos Españoles, liderazgo y personalidad (Última línea) de Víctor M. Pérez Velasco. Y hablando de carismas políticos, qué tal si damos un repasito a los que han conducido la transición y la democracia hasta nuestros días de la mano de un profesional de la psicología como es el autor de este ensayo. Será una sorpresa, y no agradable, hacer un reconocimiento estrecho de quiénes han gobernado nuestras vidas, y peor, a los que hemos regalado la vida para que nos hundan o nos levanten. No llega a los más actuales como Rivera, Sánchez, Iglesias o Casado, pero en cualquier caso estos han sido traídos por los anteriores y ya sabe, de tal palo…
Política y sociedad (Encuentro) del Papa Francisco y Dominique Wolton. Saliéndose de cualquier cliché o etiqueta prestablecida, este libro ilustra, de un modo que sorprenderá a casi todos, cuál es la visión que el actual Papa tiene sobre la Iglesia y la sociedad, centrada en derribar los muros y construir puentes. ¿Y qué hay de los gobiernan que toman estas decisiones? Se habla de ellos de forma indirecta, de su responsabilidad, del liderazgo y de los señores del mundo.
Diccionarios de los políticos (HomoLegens) de Juan Rico y Amat. La agudeza y la fina ironía con las que Rico y Amat describe la vida política de nuestra siglo XIX, no tiene parangón. Pero la edición, anotada por el profesor Javier Paredes, ha añadido más de 250 notas a lo largo del libro, en las que ampliando lo que dicen las voces de Rico y Amat o corrigiéndolas, se ofrece al lector una visión más completa de nuestra Historia del siglo XIX y muy particularmente del reinado de Isabel II. Con esta obra, se ve que el problema no es de ahora, porque la esencia del ser humano no cambia, solo las modas.