Domingo 2 de octubre, festividad de los ángeles custodios, ya saben, el ángel de la guarda. ¿Cosas de niños? Veamos:
Esto de los angelitos merece dos liberaciones para poder ser vistos como lo que realmente son:
1.Liberémonos de la imagen de angelitos blanditos, como de azúcar de algodón. Cuando un espíritu sin cuerpo, que eso son los ángeles, por tanto seres fuera del espacio y el tiempo, se le aparece en las Sagradas Escrituras a quien sea, tiene que empezar diciendo "Tranqui, tronco", porque su sola presencia acongoja bastante.
Lo cierto es que si no entendemos la dignidad y el poder de los espíritus no frenados por la materia, no podremos entender a los ángeles. Y, sobre todo, no se nos ocurrirá ni pensar que si existen hombres, es decir, seres anfibios dotados de una parte material y otra inmaterial, y si, por el contrario, existen seres materiales sin espíritu anexo -las piedras- o con un espíritu menor -los perros-, ¿por qué no habrían de existir seres que fueran espíritu sin materia? Lo increíble sería que no existieran.
2.Liberémonos, también, de la otra imagen de los ángeles como seres, mitad sabios, mitad idiotas, siempre en silencio e incapaces de crear nada. No: los ángeles son espíritus que hacen exactamente lo mismo que hace cualquier espíritu, conocer y amar -o ignorar y odiar- sólo que liberados de la materia, condicionada siempre al espacio y al tiempo.
El cielo no es un lugar pero sí existe. No es un lugar porque los espíritus tienen alma pero no cuerpo... y por tanto no ocupan lugar. Las almas humanas, lo mismo
A este respecto, todavía recuerdo el entusiasmo de la progresía española, machaconamente exhibida en el diario El País, cuando San Juan Pablo II dijo aquello de que "el cielo no es un lugar". Pretendía con ello el gran filósofo polaco expresar que el mundo espiritual no necesita un lugar -espacio- ni una evolución -tiempo-. Precisamente, porque los espíritus no están sometidos a las limitaciones de la materia. Si el Cielo está habitado por espíritus, en efecto, el Cielo no es un lugar, porque los espíritus no ocupan lugar ni espacios. Las almas humanas, lo mismo. De hecho, la muerte no es otra cosa que la separación -tranquilo, será temporal- entre cuerpo y alma.
Ahora bien, los ángeles no son espíritus abúlicos incapaces de actuar. Como el hombre, son seres creados por Dios. Liberados de la materia pero que, a su vez, como recuerda Clive Lewis, envidian, por ejemplo, la capacidad del hombre para dormir.
Distinguir entre lo inmaterial, o espiritual, y lo material -objeto de la investigación- no es una cuestión baladí, supone vivir en el mundo real, supone ver las cosas tal como son. Hablar con los ángeles es habitar el mundo real. Un mundo donde sólo se conciba (y para concebir cualquier cosa necesitaremos de nuestro espíritu, de nuestra alma, no de nuestra materia) lo material es un mundo falso, castrado... y tremendamente aburrido.
Pero hoy se celebra la festividad de los ángeles custodios. Porque esos espíritus -no alados, dado que, como no tienen materia, tampoco tienen alas-, dice la doctrina cristiana, también pasaron por una prueba a elegir entre el bien y el mal. Unos fueron fieles al Creador, a Dios, otros no. Entre los fieles, muchos fueron asignados a los seres humanos, en calidad de custodios.
Puede usted vivir entre ángeles o entre demonios, que también son ángeles. Es una de las muchas elecciones del hombre libre
Sería una tontería no ponerle nombre a nuestro ángel de la guarda: es el primer requisito para tratarle. Y ese trato frecuente suele acabar en amistad profunda entre ángel y hombre.
Y esta festividad viene a cuenta de algo muy importante, porque si algo puede decirse del siglo XXI es que cada cual debe elegir, entre el bien y el mal, por supuesto. Y traducida esa libertad individual al conjunto de la sociedad debemos concluir que, a día de hoy, viviremos entre ángeles o viviremos entre demonios, que los demonios también son espíritus: sírvanse elegir.