Está demostrando, y cada día de forma más tozuda, que eso de la izquierda y la derecha cuentan menos. Comprendo que a muchos mayores de 50 años les cueste comprenderlo porque lo tienen muy arraigado y totalmente asumido: contemplar el mundo desde la dicotomía política. Posiblemente son incapaces de ver el mundo de otra forma. Crecieron con la muerte de Franco y se desarrollaron en la joven democracia donde la reaparición de los partidos políticos llegó precisamente para fragmentar a la sociedad. Hicieron aparición los de la izquierda de toda la vida, el Partido Comunista con Santiago Carrillo y el PSOE, con un desconocido abogado llamado Felipe González, entre otros. España alcanzó un acuerdo de convivencia pacífica, tolerante con las ideas contrarias y enterraron nuestra Guerra Civil.

Y casi lo conseguimos, pero ya se sabe, algunas fiestas van bien hasta que el bocazas de turno, un tal Rodríguez Zapatero, resucitó a los muertos de España. Entonces tiró por tierra el esfuerzo de miles de decenas de hombres y mujeres que sí vivieron aquello de nuestra guerra, que habían conseguido olvidarlo, cuando no perdonarlo. Que habían hecho borrón y vida nueva, y de nuevo se vinieron abajo. ZP rompió a España en dos otra vez, y el PSOE de hoy sigue la misma senda, incapaces de volver al camino de la concordia. España, fracturada por intereses meramente partidistas.

Sin embargo, el 23 de julio dará sorpresas. No me atrevo a predecir si serán buenas o malas pero que las habrá, no me cabe la menor duda. La batalla no es de las izquierdas y las derechas, sino progresistas-globalistas frente a identitarios-soberanistas. La lucha por el poder no la conforman las políticas sociales, si por estas entendemos coberturas del bienestar, entre otras cosas porque esos objetivos están cubiertos desde hace décadas; sobre todo porque cada vez vota más gente joven altamente impresionable por el mundo que les rodea que se llama redes sociales. Generaciones que perciben todo de otra forma menos analógica y más tecnológica, un mundo dinamizado que va más allá de buenos y malos, rojos y fachas, ricos y pobres, obreros y patrones.

ZP rompió a España en dos otra vez, y el PSOE de hoy sigue la misma senda, incapaces de volver al camino de la concordia. España, fracturada por intereses meramente partidistas

La forma de comprender el mundo se ha transformado. Es antagónico, menos intelectual, más sentimental y tremendamente débil. Es la razón por lo que la cultura woke ha tomado el debate en las calles, en lo político, por los ignorantes, por los perversos. Por eso, quizá por eso, Vox es el partido político más transversal en el perfil de sus votantes. Es votado por empresarios y obreros, ricos y pobres, españoles y extranjeros, jóvenes y viejos, y triunfa en toda España.

El bipartidismo pretende reencarnar el voto en España, volver a la alternancia rancia de Partido Popular y Partido Socialista, pero los españoles han decidido que quieren cambios. España está cansada del mismo discurso de siempre para que no cambien nada. ¿Puede alguien decirme las diferencias ideológicas entre Sánchez y Feijóo, entre María Guardiola e Irene Montero? ¡Qué más da uno u otro si las políticas económicas están dirigidas, o controladas, desde Europa y en la ideología dicen, votan y legislan lo mismo! Eso es el globalismo, una masa uniformada en el pensamiento único que formaliza las relaciones y las instituciones en el Nuevo Orden Mundial.

Un sistema sometido al concierto globalista controlado por Estados Unidos y dirigido por Europa. Medios de comunicación, políticos y partidos políticos, entidades financieras, redes sociales y multinacionales, conforman una tupida red de poder conciliado por la ideología de género que promulgan desde la ONU, la OMS y el Foro de Davos. Cada uno tiene su papel y actúa en diferentes niveles hasta lograr que el sentido común sea el menos común de los sentidos.

¿Puede alguien decirme las diferencias ideológicas entre Sánchez y Feijóo, entre María Guardiola e Irene Montero? ¡Qué más da uno u otro si las políticas económicas están dirigidas, o controladas, desde Europa y en la ideología dicen, votan y legislan lo mismo!

Por esta razón a Vox se le ningunea en los medios de comunicación. ¿Se puede insultar a más de cuatro millones de españoles desde las tribunas, negar las respuestas, apalear en las calles y llamarles fascistas sin que nadie sepa qué es realmente ser fascista? Y paradójicamente, esta razón es la que le hace cada día más fuerte, se le escucha más y gana posiciones políticas en ayuntamientos, autonomías y también en el parlamento. Vox se ha convertido en el enemigo común, porque es el único en España que no está en el sistema (y espero no tener que retractarme dentro de unos meses). Ni tan siquiera ha sido ninguneado Vox o Santiago Abascal, como el revolucionario Pablo Iglesias y su partido, Podemos, de ultra izquierda, aquellos que venían a regenerar la política porque «sí se puede». Recordarán que Iglesias hacía bolos en los medios, aunque unos fuesen para darle estopa y otros para sacralizarle, y no dejó de hacer campaña hasta llegar a la vicepresidencia española y quitar el sueño al pobre Pedro Sánchez, que él no quería, pero…

Vox es la única esperanza de que esto cambie o no. Debe romper con el cambio, que nada cambia… ¡Veamos algunos ejemplos! “Por el cambio” ha sido utilizado por Felipe González en 1982, por Obama en 2008, por Albert Rivera y por Artur Mas en 2010, por Mariano Rajoy en 2011, por Podemos en 2015 y por Pedro Sánchez en la campaña de 2016. La palabra “cambio” está tan sobada como la palabra “amor” y “libertad”, que han perdido su valor y significado real. Muchos -cada vez más- exigimos el cambio de verdad. El cambio que devuelve derechos a los ciudadanos y no los derechos artificiales a minorías que condicionan a la sociedad completa. El cambio de la igualdad ante la justicia de hombres y mujeres. El cambio por el orden social de los inmigrantes. El cambio por la defensa de la cultura y rescatar la educación escolar para que sea eso, escolar, y no cursillos de ideologización desde los menores de cinco años. El cambio por la responsabilidad delictiva de los políticos que evitan la ley por sus prebendas, las posiciones de poder y las conexiones personales con ciertos tribunales.

Aquel PSOE (Almuzara), de Virgilio Zapatero. Cómo estarán las cosas, que casi echamos en falta a aquel PSOE. Esta obra es una oportunidad única para conocer en profundidad el periodo de gobierno socialista en España presidido por Felipe González y para apreciar su impacto en la historia y en la sociedad españolas. Un libro que muestra un PSOE roto y en descomposición permanente, con Felipe González y Alfonso Guerra enfrentados a Zapatero y Sánchez.

Izquierda y derecha en España (CIS), de Lucía Medina. Qué interesante ver cómo han cambiado los parámetros de percepción política en España. Este libro de 2015, en ocho años de diferencia, y con una pandemia manipulada, ha logrado que casi nadie vea la izquierda y la derecha como lo que fueron.

Globalismo e inteligencia política (Gedisa), de José Luis Orozco. El imparable e inquietante fenómeno de la globalización ocupa buena parte de los estudios sociológicos actuales. Sin embargo, no se ha prestado aún la atención debida a sus dimensiones y repercusiones políticas en las diversas regiones del mundo. Los autores de este volumen parten de la evidencia de que los países hispanoamericanos están particularmente expuestos a la globalización política promovida por Estados Unidos.