No se pierdan el lenguaje del Hola, exquisita muestra -lo digo sin coñas-, de lo políticamente correcto. Se trata de una famosa y un famoso que acaban de bautizar a su hijo. Por cierto, a los dos años de edad, que también podían haberse dado un poco más de prisa. 

Pero lo curioso es que nuestro Hola define el mundo de hoy con un soberano gesto, así como la situación de los susodichos, de esta guisa: Juan y Juana "tenían 25 años cuando nos dieron la sorpresa de que iban a ser padres. Ahora, todos esperan que den un paso más en su relación y celebren su boda". 

¿Lo cogen? Los tipos no se han comprometido el uno con el otro pero ya tienen un hijo de dos años y lo bautizan. 

Conste que soy partidario de que se bautice a los niños aunque sus padres y padrinos no muestren la disposición a educarles cristianamente. Cómo habían de mostrarlo si ellos no han matrimoniado. Pero el niño no tiene la culpa. Ahora bien, sí que revela una contradicción profunda de dos que cohabitan juntos sin compromiso alguno.

Y entonces el Hola, como si se tratara de algo normal y no habitual (habitual es lo que sucede, normal es la que se atiene a la norma) nos cuenta que deberían casarse aunque sólo sea para que el Hola tenga la exclusiva de las fotos.

A mí, lo que me preocupa no es la vida de dos famosos, a los que, además, debo aplaudir porque bauticen a su hijo. A mí lo que me preocupa es que el Hola, reflejo de nuestra sociedad, considera muy lógico que primero es el hijo y luego el matrimonio. Me parecería mejor que animara a los que ya han sido padres a perpetrar matrimonio... más que por el compromiso personal, sea por el bodorrio social, que es lo que le mola al Hola. 

Ya son padres y han bautizado al niño: ahora todos esperan que den un paso más y se casen. En ocasiones, el orden de los factores no altera el producto pero sí demuestra las intenciones.