Manifestación del movimiento antifascista
El cainismo guerracivilista se ha disparado en España con los 12 diputados conseguidos por Vox en Andalucía. Y se ha disparado por dos vías: la caradura de los comunistas de Podemos, que no tienen 12, sino 71 diputados, y en el Parlamento nacional e instalados en la impunidad y el yogurismo ambicioso de Pedro Sánchez, que con 85 diputados pretende reformar la Constitución en cuadragésimo aniversario.
Las manifestaciones antifascistas de los comunistas completan el cuadro del enfrentamiento civil creciente
El martes 4 se conocía una nueva metedura de gamba del presidente del Gobierno, quien en una entrevista con varios medios de comunicación anunciaba, no sólo que estaba dispuesto a suprimir la inviolabilidad del Rey, sino que, convertido en portavoz de la Jefatura del Estado, el propio Felipe VI estaba entusiasmado con la idea.
Las declaraciones se perpetraron el 20 de noviembre pero tres horas después de hacerse públicas, el 4 de diciembre, el ministro de Fomento y portavoz del PSOE, otro metepatas, José Luis Ábalos, aseguraba que el asunto no era más que una opinión y que la inviolabilidad no estaba encima de la mesa. Pues sí, sí estaba y la opinión era la de su jefe de filas, nadie menos que el presidente del Gobierno.
Y el oportunísimo Pedro Sánchez saca a escena la inviolabilidad del Rey
¿Suprimir la inviolabilidad del Rey, también la del Rey emérito? Una ganga para los podemitas, especialmente ahora, cuando a Pablo Iglesias sólo le quedan dos opciones: promover la violencia callejera y proponer el advenimiento de la III República.
Está en ello, mientras las “manifestaciones antifascistas” de Andalucía tras el triunfo de Vox, protagonizadas por muchos que ni tan siquiera saben qué es el fascismo, resultan peligrosas.
En este caldo de cultivo guerracivilista nada más peligroso que proponer la reforma constitucional, especialmente para tontunas como la de inviolabilidad del Rey. En tiempo de tribulación no hacer mudanzas aconsejaba San Ignacio de Loyola, buen organizador. Entre otras cosas porque no hablamos de tribulación, sino de cainismo puro, duro y creciente.