Teresa Ribera deberá dar más papel al gas, pese a que tampoco le gusta
La subida de los precios de la luz es una constante desde hace meses, aunque ha sido especialmente acusada en el segundo semestre de 2018, que coincide con la entrada del nuevo Gobierno Sánchez y Teresa Ribera, en concreto, en el Ministerio de Transición Ecológica. No son directamente culpables de esa situación -decir lo contrario sería un ejercicio de demagogia-, aunque han presumido hasta la saciedad de conocer los remedios como si con ellos fuera a comenzar una nueva era. Pues no.
Sin tener en cuenta este mes, en el que los precios se han vuelto a disparar, un 40%, la realidad muestra una subida en 2018 del 10% anual en el mercado mayorista, aunque la tendencia creciente fue más acusada en el segundo semestre, con picos de 60 euros el megavatio por hora (MWh). Para centrarnos, el año arrancó en algo más de 52 MWh y se cerró en 57,29.
Javier Díaz (Ayming): “2018 ha sido el más caro desde 2008 y las expectativas para 2019, peores”
Si observamos los datos de los mercados de futuros de electricidad (OMIP) para 2019, se visualiza mejor la curva ascendente desde mediado de año. Mientras en junio y julio, el precio estaba en 53 euros por MW, en diciembre había subido a 63. Habanos, por tanto de un avance del 20% en seis meses.
La razón fundamental está en una serie de anomalías del sistema que juegan en contra, aunque son principalmente tres, nos explica Javier Díaz, responsable del área de energía de la consultora Ayming.
En primer término, el mecanismo de casación de precios (entre oferta y demanda), con criterios marginalistas en el caso español (la última fuente que entra marca el precio al resto). Y eso se une tanto el encarecimiento de los derechos de emisiones de CO2 como el de las materias primas relacionadas con la producción de energía.
El problema es de tal calibre, que exige un pacto de Estado de Energía, según el experto, para dejar de perder inversiones y ganar en eficiencia. Es lo que debería plantearse en las comisiones de Energía del Congreso (en la imagen).
La subida de precios en los mercados de futuros de la electricidad ha sido del 20% entre junio y diciembre
El aumento del 10% en 2018 del mercado mayorista, no obstante, no se tradujo fielmente al recibo de la luz que paga el consumidor final, aunque sí le afecta. El aumento de precios, en ese caso, fue del 9,5%.
Los precios que marca el pool afectan directamente a un tercio de la factura (35%). El resto se reparte entre la parte regulada (42%) y los impuestos (23%). La mitad, prácticamente (45%), de los consumidores está acogida a la tarifa de último recurso.
Si 2018 ha sido un año nefasto para los mercados de electricidad y gas, 2019 puede ser todavía peor. En el primer caso, las expectativas son malas y en el segundo, la tendencia es alcista. Así lo ha expuesto también Javier Díaz en una jornada organizada por la consultora Ayming sobre la situación actual del mercado de la energía (en el documento adjunto).
El problema energético es de tal calibre que exige un pacto de Estado, en vez de cada partido haga su guerra
Díaz señaló en ese foro que “2018 ha sido el más caro desde 2008, un 10% respecto a 2017”. La explicación está en el encarecimiento del 400% del precio de los derechos de emisiones de CO2, a lo que se unieron los mayores precios de las materias primas vinculadas a la producción eléctrica y el papel jugado por las centrales hidráulicas.
En 2019, sólo podrían aliviar esa situación “una primavera climatológicamente activa”, o si prefieren, generosa en agua y viento, el “cambio normativo” para actualizar los mecanismos de fijación de precio del mercado y en su ausencia, una legislación que contribuya a contener esos precios. Por ejemplo, que las centrales hidráulicas no entren a partir de un precio, marcando techos.
En el caso del gas, para Javier Díaz, el balance de 2018 ha sido el de “año muy volátil”, con una tendencia alcista aunque con correcciones puntuales hasta el último trimestre, en el que cayó un 40%.
El año comenzó con un precio del barril de 66 dólares, llegó a subir un 30% en octubre y cerró en diciembre en los 56 (-16%). También influyó el pulso entre la OPEP y EEUU sobre el equilibrio en la oferta y la demanda.
Este año, lo más probable es que se sitúe en 65 dólares de media con una tendencia ligeramente alcista a lo largo del año, según Díaz, aunque despenderá de factores como la desaceleración económica, la producción americana y la respuesta que dé la OPEP.