- Es la indulgencia plenaria lanzado por San Juan Pablo II, de pena y de culpa.
- Es decir, un segundo bautismo, un volver a empezar.
- Porque lo que se busca no es la confesión sino la conversión.
- La polaca Faustina Kowalska es la gran mística del mundo contemporáneo.
- Nadie debía dejar de leer su 'Diario de la Divina Misericordia'.
Tras el
Jueves Santo,
Viernes Santo,
Sábado Santo y
Domingo de Resurrección, en este momento crucial de la historia humana -sin coñas- llega la
Fiesta de la Divina Misericordia, próximo domingo 23 de abril. Nada que ver con San Jordi, pura coincidencia, pero, aunque no se lo crean, no por ello menos importante.
Para honrar a
Santa Faustina Kowalska, la mística polaca del siglo XX, su compatriota
Wojtyla no reparó en gastos: el domingo hay
indulgencia plenaria de culpa y de pena (o sea, un segundo bautismo, un volver a empezar) para todo aquel que cumpla la condiciones debidas: confesar y comulgar (una semana antes o después de la Fiesta), rezar un credo (es decir, repetir con consciencia las promesas del bautismo), rezar un Padrenuestro (en tanto que oración básica del cristiano, donde se condensa toda la teología) y rezar por las intenciones del Papa.
Recomiendo a quien esto lea que se ponga manos a la obra. Es, insisto, lo más parecido a un
segundo bautismo, siempre que la indulgencia se viva con espíritu de
conversión. Conversión del corazón que es la única que importa en el devenir humano.
En cualquier caso, toda la teología de la gran mística del siglo XX,
Faustina Kowalska (1905-1938), se condensan en las cuatro palabras que adornan el retrato de los dos rayos, que el mismo
Cristo le ordenó encargar y cuya imagen pidió que se venerara, muy especialmente el domingo después del de Resurrección, en todo el mundo. Esas cuatro palabras son:
Jesús, en ti confío.
Pueden creerme: para la existencia humana sólo hacen falta esas cuatro palabras, ordenadas a
la tal Faustina Kowalska, campesina polaca, por su formación semianalfabeta, que escribió una de las obras cumbres de la teología contemporánea: el
Diario de la Divina Misericordia. Y es que el estilo es el hombre… y también el Dios. Este es su estilo:
valerse del más débil para confundir a los fuertes. Para mí, que la especialidad de Cristo consiste en
confundir a los sabios del mundo. Aunque éstos ya suelen estar habituados a hacer el ridículo por sí solos, en cuanto intentan darle un sentido a la vida. No saben. Para eso hay que recurrir a los místicos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com