El fundador de la ONG Proactiva Open Arms, Óscar Camps
No hay vicio más letal que el orgullo espiritual ni caridad más siniestra que la caridad televisada, amén de prepotente. Es decir, la de Open Arms y el santo laico Óscar Camps Gausachs.
Entre otras cosas, porque recoger náufragos tiene poco mérito. Salvamento Marítimo lo hace mucho mejor y no colabora con los traficantes de personas, quienes ya han previsto que los filántropos de don Óscar y de Médicos Sin Fronteras (MSF) acudan hasta cerca de las costas libias, un lugar donde las mafias apenas arriesgan.
Pero el mayor problema es que con el estilo de Open Arms o MSF, no se soluciona nada. Ni tan siquiera la de los desesperados que se echan al mar, que no deja de ser una gota de agua en un océano.
Aunque les proporciona un “puerto seguro” el señor Óscar Camps recoge a los inmigrantes y los deja en las calles del puerto de acogida. A partir de ahí, ya no se preocupa de ellos, aunque lo difícil en la inmigración no es recoger al inmigrante, sino integrarle y lo que es más difícil: acogerle.
Una vez que desembarcan a los inmigrantes les importa un bledo lo que les ocurre: ahí no hay cámaras de TV ante las que pavonearse
Pero hay una cuestión de fondo más peligrosa. No existe vicio más letal que el orgullo espiritual, es decir, el del cristiano que se siente orgulloso de su fe –como si no fuera un don- y desprecia a los que no la tienen o a los que la viven en tibieza o pequeñez, o simplemente de otra manera.
Percibo en muchos onegeros este orgullo espiritual –sí, espiritual- consistente en ser mejor que los demás, simplemente porque recogen el Mediterráneo “salvando vidas”. Alguien (Clive S. Lewis) dijo que el orgullo espiritual es el peor, más grave y más peligroso de todos los vicios. Sabía lo que se traía entre manos el bueno de Clive Staples.
Y también me preocupa esta caridad televisada. Si hay algo que les gusta a los chicos de Open Arms es salir en la tele. Y esta caridad televisada, con equipos de RTVE a bordo de sus barcos, pues hombre, dan pábulo, no a la sospecha, sino la certeza de la vanidad enorme de Open Arms, MSF y compañía…
Ya saben: que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda.