A partir de hoy, semana tras semana y en esta sección de La Resistencia del decano de la prensa digital, Hispanidad, voy a ponerles cara y a contar la vida y el martirio de los 70 beatos y 49 siervos de Dios, cuyas reliquias se custodian en la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, que están seriamente amenazadas de ser profanadas, al igual que los restos mortales de otros más de 30.000 españoles, que reposan en ese sagrado lugar.

Mientras el Gobierno de Pedro Sánchez y los obispos cambian cromos, cada católico español tenemos la responsabilidad de impedir semejante profanación, y cada esfuerzo suma. Por lo tanto, vale cada carta que se envíe al Vaticano y a los obispados de España, suplicando que las autoridades eclesiásticas se opongan con firmeza a esta locura del Gobierno de socialistas y comunistas de España. Valen también los esfuerzos que hay que hacer para ir a las ceremonias religiosas de la abadía del Valle de los Caídos y soportar con paciencia las largas colas que hay que hacer para entrar en el santuario. Valen, por supuesto, los recursos judiciales que con tanta ejemplaridad han interpuesto la Asociación para la Defensa del Valle y otras personas particulares. Valen, además, tantas iniciativas que han surgido en las redes sociales. Y vale, sobre todo y por encima de todo, la oración pidiendo la ayuda del cielo, porque en la tierra nuestros pastores nos han abandonado.

Valdría y mucho, hasta el punto de ser determinante, una actitud clara y decidida de los obispos españoles. No me cabe ninguna duda de que el Gobierno de Pedro Sánchez no hubiera movido ni un dedo, si los obispos españoles se hubieran manifestado con la “determinada determinación” teresiana en la defensa el Valle de los Caídos, por la sencilla razón de que el PSOE, en ese caso, no podría pagar el precio que valdría la  profanación el Valle de los Caídos, ya que eso sería un escándalo internacional de primera magnitud… ¿Se imaginan, queridos lectores, la foto del presidente de la Conferencia Episcopal Española o la del cardenal de Madrid,  esposados y detenidos por la Guardia Civil por impedir la entrada de los profanadores en el Valle de los Caídos?

Con pena, con mucha pena lo digo: los obispos españoles no han sido valientes, pero con más pena aún afirmo que tampoco han sido claros. En una torpe estrategia, creyendo que así se calmaba la tempestad, no han dicho la verdad: que si el propietario del Valle era el Estado y que ellos por tanto no podían oponerse al Gobierno, que si el prior Santiago Cantera tenía que cesar en su cargo porque había agotado el número de trienios según no sé qué regla benedictina, que si se iba a mantener el culto en la basílica porque de esta se profanaría solo “un poquito”… Y es que si en el sexto sigue vigente lo de que no hay parvedad de materia, no digamos en el primero, que es el mandamiento de la Ley de Dios contra el que va lo de la profanación de un templo.

Cuando el Ministerio de Vivienda convocó el concurso para montar el museo titulado “Mecachis que guapo es el Frente Popular”, se publicó la foto de la planta de la basílica, rodeada de una línea roja, para indicar que todo su espacio se iba a profanar; y fue tal la bofetada que recibió toda persona de bien,  que el presidente de la Conferencia Episcopal  se vio obligado a publicar una nota oficial, en la que por primera vez se reconoció oficialmente -porque hasta entonces toda habían sido rumores- que existía un acuerdo entre el Gobierno y la Santa Sede.

Pero lo cierto es que esa nota arrojó todavía más dudas que claridad. En uno de sus párrafos se dice lo siguiente: “Los términos del acuerdo realizado entre el Gobierno y la Santa Sede son generales y nunca se han detenido en los detalles o particularidades del mismo”. Así las cosas, la pregunta es obvia: ¿En ese acuerdo se contempla el destierro de Santiago Cantera, imponiéndole -como él mismo ha manifestado- la ruptura de su voto de estabilidad benedictina? Porque si esto es así, el acuerdo claro que se ha detenido en detalles o particularidades, y a lo mejor guarda más detalles o particularidades que sería bueno conocer. Y si el acuerdo no incluye dicha salida del Valle del antiguo prior, el presidente de la Conferencia Episcopal nos tendría que decir quién ha sido el que le ha impuesto el destierro a Santiago Cantera, para que no se nos ocurra pensar que ha sido Luis Argüello o el cardenal Cobo, por iniciativa propia o por delegación del Vaticano. Si se publicara de una vez por todas el texto del acuerdo, además de hacer los obispos un ejercicio de transparencia, saldríamos todos de dudas.

Pero a lo que estamos Remigia, que se nos pasa el arroz, que hemos prometido poner cara a los beatos, cuyas reliquias se custodian en la basílica del Valle de los Caídos y se nos acaba el espacio concedido para escribir. Así es que vamos con el primero de los 70 beatos y los 49 siervos de Dios, y les prometo a los Reverendísimos que seguiré semana tras semana contando las vidas de todos, hasta lograr que los obispos consigan subirse los fajines desde donde se los bajaron hasta la cintura y dejen de cambiar cromos con los profanadores del Valle de los Caídos.

El 24 de marzo de 1959 se trasladaron a la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos los restos mortales del beato Antonio Gaitán Perabab. Los depositaron en el columbario número 314, piso 1º, cripta derecha, nº. 726 del libro de inhumaciones. Debieron considerar quienes le asesinaron que Antonio Gaitán Perabab tenía planes futuros demoledores contra el Frente Popular, porque cuando le martirizaron no suponía peligro alguno, ya que era un adolescente que tan solo tenía 15 años.

Antonio Gaitán Perabab era hijo de Araceli Perabab Alpuentes y Manuel Gaitán Solís, propietario de una tienda de comestibles en El Carpio (Córdoba). Era el segundo de los siete hijos del matrimonio, de los cuales solo sobrevivieron cuatro, tres chicos y una chica, que se llamaba como su madre y que ingresó en la Institución Teresiana.

Antonio era un chico piadoso y muy despierto, que destacaba por sus buenas notas en la escuela pública de El Carpio. Dibujaba muy bien y le gustaba montar a caballo. Tenía cualidades más que suficientes para estudiar Bachiller y su padre recursos económicos para pagarle la estancia en Córdoba, pues en El Carpio no había instituto de segunda enseñanza. Pero Antonio prefirió quedarse en su pueblo natal y ayudar a su padre en el negocio familiar.

El 1 de agosto Antonio fue detenido junto con su padre y dos primos suyos. Durante veinte días, el niño permaneció preso y sufrió todo tipo de vejaciones

En principio, El Carpio se sumó al alzamiento nacional de Franco, pero el día 24 de julio las tropas del Frente Popular se hicieron con el control de la localidad y comenzaron las detenciones y los asesinatos. Tras concluir la Guerra Civil, el obispado de Córdoba, en un primer informe, estimó que de los tres mil asesinatos que los socialistas, los comunistas y los anarquistas perpetraron en la retaguardia, un tercio murieron por causas religiosas. Pero con el retraso que se produjo en promover las causas de los mártires, se perdió un tiempo precioso y con él muchas pruebas, por lo que hace pocos años la diócesis solo pudo publicar los nombres de los 123 presuntos mártires de la diócesis, ya que para promover el proceso de beatificación de un mártir hay que tener pruebas de que su muerte se debió a causas religiosas.

El 1 de agosto Antonio fue detenido junto con su padre y dos primos suyos. Durante veinte días, el niño permaneció preso y sufrió todo tipo de vejaciones. Por fin, el 21 de agosto le reventaron la cabeza a balazos, en las puertas del cementerio de su pueblo. Su cuerpo fue arrojado a una fosa común, junto con los de las otras personas asesinadas.

El 21 de agosto le reventaron la cabeza a balazos, en las puertas del cementerio de su pueblo

Su hermana Araceli contó sus últimos momentos, en una carta que escribió al postulador de su casusa de beatificación. Esto es lo que decía:

Mi hermano fue detenido única y exclusivamente por sus ideas religiosas y antes de morir perdonó a sus asesinos y los bendijo [...] El amor filial, más allá de la muerte. El morir por amor, es uno de los amores sagrados… Está bien clara la causa, pues prefirió morir, aunque le ofrecían la vida, antes que abandonar a su padre… Eso se llama amor filial hasta el heroísmo. Cuando sacaban a todos los presos para llevarlos en un camión al paredón del cementerio, un miliciano -¡Un forastero!- le dio lástima y le preguntó:

- Niño, ¿tienes madre?

- Sí, señor -le contestó.

- ¡Vete corriendo con ella!

- Y, ¿qué van a hacer con mi padre?

- ¡No te preocupes! ¡Vete!

- Yo no dejo solo a mi padre…, donde él vaya, voy yo -le contestó.

Y ante la posibilidad de librarse de la muerte, eligió ir con su padre y, abrazado a él, murieron fusilados”.

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá