Antiguas de las oficinas e instalaciones de la empresa
Si Juan Pedro Unceta viviera en esta época, llevaría prendido a la espalda el título de emprendedor permanente. Aquel chaval, nacido en 1854 en un caserío del valle de Arrate (Gipuzkoa), comenzó a ganarse la vida como pastor, pero pronto entendió que el futuro estaba abajo del monte, en la villa de Éibar. Gracias a sus conocimientos trasquilando ovejas montó una barbería a la que acudían industriales de la fabricación de armas, actividad muy importante en esta localidad desde siglos atrás.
Cada poco, se desplazaba a Bilbao para comprar tijeras, cuchillas, navajas… y algunos de los clientes de la peluquería aprovechaban esos viajes para encargarle herramientas.
“En cada garaje había un taller, además de los negocios que suministraban a las empresas armeras, había vecinos fabricando máquinas de coser, bicicletas… así que mi tatarabuelo vio negocio en esos encargos”, comenta Pablo Gárate, quinta generación de la familia y actual CEO del Grupo Unceta S.A.
Herramientas, el bien más preciado
En la treintena, Juan Pedro da una vuelta de tuerca a su futuro, transformando la barbería en un taller de reparación de limas usadas –una de las herramientas más utilizadas– y fabricación de otras piezas importantes para la actividad económica de la comarca. Era 1874 y el negocio de suministros industriales estaba encauzado. A finales del siglo XIX había más de 300 empresarios en Éibar que necesitaban de los servicios de Ferretería Unceta. Es cuando levanta en el centro del municipio una casa-taller. En 1887 se inauguró la estación de tren en Éibar para unir Bilbao y San Sebastián, lo que ayudó al intercambio de mercancías.
Un negocio que florece
El taller ya es un negocio floreciente que vende artículos de caza, armas de fuego, herramientas y otros productos para la construcción, cocinas e inodoros, taladros, tornos y mandriles, esmeriles, tornillos y alambres. Unceta llega a un acuerdo con el primer fabricante de limas en el mundo, una compañía de EE. UU., para importar material. La habilidad de Juan Pedro era su marchamo. Tuvo cinco hijos, que desde niños ya colaboraban en la ferretería, y se dedicó a diversificar sus inversiones abriendo otro tipo de negocios.
Parón por la Guerra Civil y resurgimiento
Tras la muerte del fundador, su hijo Andrés se hizo con los mandos del negocio en 1934 y fue la persona que vislumbró lo que es hoy el grupo empresarial. Estamos en años de escasez y Andrés lo vio claro: aumentar el stock, comprar en grandes cantidades y a buenos precios. Su hermana María se encargaba de supervisar pedidos y vender en tienda. Con la contienda civil, la empresa sufrió requisas y saqueos, pero el tesón pudo más y años más tarde reclamó todo lo confiscado.
En una memoria para celebrar los 150 años de la empresa cuentan que María y Andrés se marcharon a Gernika en 1937 “con sus más preciadas pertenencias”. Todo lo perdieron porque fueron sorprendidos por el bombardeo de la aviación nazi el 26 de abril.
Delegaciones por toda España
Tras la Guerra Civil, Ferretería Unceta promovió el desarrollo empresarial de la zona. A lo largo de los años cuarenta y cincuenta, abren delegaciones y almacenes propios por toda España. Y en la siguiente década, Andrés ya practicaba estrategias de incentivos para los empleados adelantándose a lo que luego se conoció como gestión de recursos humanos. “En esos momentos, Unceta ya es un supermercado de suministros industriales con clientes de todo tipo. En 1963 llegamos a un acuerdo de distribución con la japonesa Mitutoyo, el mayor fabricante mundial de instrumentos de medida de precisión. Dimos en el clavo y fue el impulso definitivo”, aclara Pablo Gárate. Dos sobrinos de Andrés –Gregorio Unceta y José Alberto Gárate–le sustituyen. Esta tercera generación se da cuenta de que Éibar se queda pequeño. “Cuando venía un camión a descargar había que parar el tráfico en el centro del pueblo”, dice el actual CEO. Había que mudarse.
Más de 5.000 clientes y unas 50.000 referencias
En los años ochenta, con la cuarta generación, Ferretería Unceta ya es una enorme empresa que suministra herramientas de corte y sujeción mecánica para la industria que transforma el acero, herramientas de medición de la pieza final que asegure que lo que se fabrica está bien hecho, elementos de protección y lubricantes para mecanizar, o herramientas de mano para montar esos productos finales.
Su nueva sede ya está en la localidad cercana de Elgoibar. “Osadía e innovación –explica Garate– son dos características que recorren toda la historia de Unceta. A la innovación nosotros la llamábamos ‘creatividad permanente’ en los noventa, nuestros comerciales fueron de los primeros en tener teléfono móvil para trabajar. Ahora, la innovación tiene que ver con manejar cantidades ingentes de datos porque tenemos más de 50.000 referencias para 5.000 clientes”. En el grupo trabajan en la actualidad casi 200 empleados y factura, solo en 2023, más de 35 millones de euros.
Arraigo a la tierra
El CEO de la compañía cuenta una anécdota que se produjo justo antes de moverse a Elgoibar y que define este negocio familiar. “Mi padre encargó a una consultora catalana que estudiara la mejor ubicación para Unceta una vez que decidió salir de Éibar. La conclusión fue que había que irse a Zaragoza porque a 200 kilómetros a la redonda teníamos al 80 % de nuestras ventas, y porque los costes laborales y el precio del suelo eran menores… pero bueno, nos quedamos aquí por arraigo y sentimiento”.
Hoy, Unceta está junto a una carretera nacional, debajo de una autopista y por encima del río Deba. “Lo más importante es que estamos a una hora de Bilbao, a una hora de San Sebastián y a una hora de Vitoria”.
Formación y talento local
El Grupo está compuesto por la empresa de suministros Unceta Herramientas de Calidad, que comercializa productos de más de 450 proveedores nacionales e internacionales, por Sariki Metrología, especializada en máquinas de precisión, y Sarikal Calibración, un laboratorio para verificar y mantener que todo lo que venden mide a la perfección. “Aunque muchos jóvenes se siguen yendo a las ciudades más grandes, nosotros intentamos retener talento colaborando con los centros de Formación Profesional, entre ellos la Escuela de Armería de Éibar, que ha sido una gran cantera para nosotros. Como decía Henry Ford, es mejor formar a una persona y que luego se vaya a no formarla y que se quede”, ironiza Garate.
La importancia de los proveedores
Tal y como reconoce Gárate, los proveedores son tan importantes como los clientes.
“Nuestra estrategia es trabajar con ellos a largo plazo sin buscar pelotazos fáciles”. Y con los proveedores financieros pasa algo parecido. De hecho, el Banco Guipuzcoano –comprado después por Sabadell– puso su primera sucursal en Éibar enfrente de Unceta porque en aquella época se pagaba todo en efectivo y había mucho movimiento. Por eso, Sabadell, que ha mantenido esa cercanía, es para nosotros nuestro primer banco. No nos quitó el paraguas cuando empezó a llover”.
Sector aeronáutico, presente y futuro
Aunque históricamente el sector de la automoción (motores y otras piezas para coches, autobuses y trenes) ubicado en el País Vasco ha sido el principal cliente de Unceta, la industria aeronáutica lo ha sustituido en el podio del ranking.
Y también otras actividades relacionadas con la transición energética. “Ahora también hemos incorporado herramientas de medición de las cajas donde van insertadas las baterías de los coches eléctricos y del espesor de esas piezas”, reconoce Gárate. Ferretería Unceta ha sobrevivido a pandemias –pasadas y presentes–, guerras, crisis económicas… tiene vida para rato.
Negocios que se han transmitido de generacion en generación
El 98% del tejido empresarial en España son pymes. Negocios que, en muchos casos, se han transmitido de generación en generación. Y que, gracias a su permanencia, tienen un saber estar y una relación con sus clientes especial. Sus historias son las que cuentan lo que somos. Algunas de ellas se les hace un reconocimiento en “Negocios para siempre”, un proyecto que da viabilidad a negocios que representan una forma única de tratar el producto y relacionarse con sus clientes. Empresas que, como Banco Sabadell, mantienen la cercanía con el cliente, entienden sus necesidades y les escuchan cada día para ofrecerles la mejor respuesta. Aquí compartimos algunas de las historias que nos han maravillado.
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