El Papa Francisco inició ayer un viaje a Luxemburgo y a Bélgica.

En su primera parada, en Luxemburgo, mantuvo un encuentro con representantes de la sociedad y civil del cuerpo diplomático en el que, entre otras cosas, habló del Evangelio: "Como Sucesor del apóstol Pedro, en nombre de la Iglesia que -como decía Pablo VI- es experta en humanidad, también yo soy enviado aquí para testimoniar que esta savia vital, esta fuerza siempre nueva de renovación personal y social es el Evangelio. Este nos hace encontrar simpatía entre todas las naciones, entre todos los pueblos. Simpatía, es decir, sentir del mismo modo, sufrir del mismo modo. El Evangelio de Jesucristo es el único capaz de transformar profundamente el alma humana, haciéndola capaz de obrar el bien incluso en las situaciones más difíciles, de apagar los odios y reconciliar a las partes en conflicto. Que todos, cada hombre y cada mujer, en plena libertad, puedan conocer el Evangelio de Jesús, que ha reconciliado en su Persona a Dios y al hombre, y que, sabiendo lo que hay en el corazón humano, puede sanar sus heridas. Siempre positivo".

Pero también tuvo tiempo para animar al país a tener hijos: "He visto el porcentaje de los nacimientos, por favor, más niños, más niños. Es el futuro. No digo más niños y menos perritos -esto lo digo en Italia-, pero sí más niños".

En 2023, el índice de Fecundidad (número medio de hijos por mujer) en Luxemburgo estaba en el 1,31. 

Mientras que, en España, en ese mismo año 2023 el índice de Fecundidad (número medio de hijos por mujer) de 1,16. 

Más tarde, en el encuentro con la comunidad católica, el Santo Padre dirigió las siguientes palabras: "Nuestro encuentro se realiza en concomitancia con un importante Jubileo mariano, con el que la Iglesia de Luxemburgo recuerda cuatro siglos de devoción a María, Consuelo de los afligidos, Patrona del país. Ese título sintoniza bien con el tema que han elegido para esta visita: “Para servir”. Consolar y servir, en efecto, son dos aspectos fundamentales del amor que Jesús nos dio, que nos confió como misión (cf. Jn 13,13-17) y que nos mostró como el único camino hacia la alegría plena (cf. Hch 20,35). Por eso, dentro de unos momentos, en la oración de apertura del Año mariano, pediremos a la Madre de Dios que nos ayude a ser “misioneros, dispuestos a dar testimonio de la alegría del Evangelio”, conformando nuestro corazón al suyo “para ponernos al servicio de nuestros hermanos”. Podemos entonces detenernos a reflexionar precisamente sobre estas tres palabras: servicio, misión y alegría". (...)

"Es un deber de justicia, aún antes que de caridad, como ya dijo san Juan Pablo II cuando recordaba las raíces cristianas de la cultura europea. Él animó a los jóvenes luxemburgueses a trazar el camino de «una Europa no sólo de bienes y mercancías, sino de valores, de hombres y de corazones», en la que el Evangelio fuera compartido «en la palabra del anuncio y en los signos del amor» (Discurso a los jóvenes del Gran Ducado de Luxemburgo, 16 mayo 1985, 4), en las dos cosas. Insisto en esto porque es importante: una Europa y un mundo en los que el Evangelio se comparta en la palabra del anuncio unida a los signos del amor.