Pentecostés: dulce huésped del alma
Sr. Director:
En su magna obra literaria, la Mística Ciudad de Dios, una biografía espiritual de la Santísima Virgen, analiza la venida del Espíritu Santo respetando los textos bíblicos en su sentido literal y teológico, pero añade Sor María de Jesús unas matizaciones personales con gran sentido espiritual. Así afirma: en compañía de la gran Reina del Cielo, perseveraban alegres los doce apóstoles, con los demás discípulos y fieles aguardando en el cenáculo la Promesa del Salvador. Estaban todos reunidos y todos conformes en la caridad, que en todos ellos aquellos días ninguno de ellos tuvo pensamiento, afecto contrario de los otros.
La Reina de los Ángeles, María Santísima con plenitud de sabiduría y gracia conoció el tiempo y la hora determinada por la Divina Voluntad para enviar el Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico. El día de Pentecostés por la mañana la prudentísima Reina previno a los Apóstoles y a los demás discípulos y mujeres santas, que todas eran 120 personas, para que orasen y esperasen con mayor fervor, porque muy presto serían visitados de las alturas por el Divino Espíritu. Con las señales tan visibles y notorias que descendió el Espíritu Santo sobre los apóstales se conmovió toda la ciudad de Jerusalén, con sus moradores, admirados de la novedad nunca vista y corriendo la voz de lo que se había visto sobre la casa del cenáculo allá fue la multitud del pueblo para saber el suceso (Hch.2, 5-6).
Los Sagrados Apóstoles, que con la plenitud de los dones del Espíritu Santo estaban inflamados de caridad, sabiendo que la ciudad de Jerusalén concurría a los puertas del Cenáculo, pidieron licencia a su Reina y Maestra para salir a predicarlos porque tanta gracia no podía estar un punto ociosa, sin redundar en beneficio de las almas y nueva gloria del Autor.