Los Papas, en diversas ocasiones, han pedido perdón por los pecados cometidos en la Iglesia. Y han hecho muy bien. El peor pecado que se puede cometer hoy en el ámbito de la Iglesia me parece que es el de no hablar con toda claridad del mal que el hombre se hace a sí mismo al asentar su vida en el pecado abandonando los Sacramentos, rechazando la moral –mandamiento de Dios-, abortando, blasfemando, fornicando indiscriminadamente, hombres con hombres y mujeres, mujeres con mujeres y hombres, adulterando y destrozando los matrimonios y las familias, robando, maltratando a los demás, calumniando, etc.

En Cuaresma vivimos ese tiempo histórico que vivió Nuestro Señor Jesucristo de preparación para Su Pasión y Muerte y redimirnos de nuestro Pecado. Arrepentirnos de nuestros pecados, y pedir perdón en el Sacramento de la Reconciliación, convierte el pecado en ceniza y prepara nuestro espíritu para gozar con Cristo de la Alegría y Paz de su Resurrección.

La cadena del Rosario, acompañando a la Santísima Virgen en su cuidado de los enfermos, promovido por ese grupo de católicos, ha sido, sin duda, una buena preparación para vivir este tiempo de Cuaresma en medio de la pandemia.