Sin embargo, el magistrado José Luis Calama, de la Audiencia Nacional, insiste en encontrar algún agujero en las provisiones del banco
Esta semana, el juicio por la intervención del Banco Popular que se libra en la Audiencia Nacional ha comenzado el lunes con un durísimo interrogatorio de la Fiscalía a los peritos del Banco de España que hicieron el informe sobre la entidad.
Al final, lo que se filtró a los medios era que no se habían contabilizado bien determinadas provisiones inmobiliarias.
Es más, los propios peritos confesaron que se sintieron incómodos ante la acritud de la fiscalía.
El lunes, los fiscales sometieron a los peritos al tercer grado. Estos se han resarcido el martes
Pero hoy se han vengado: los peritos han defendido la solvencia del Popular y para que quede claro, han sentenciado que a 31 de diciembre de 2016, cuando temerían de hecho el mandato de Ángel Ron y cinco meses antes de la intervención, era una entidad “solvente viable, fiable y estable”. No sólo eso sino que los peritos han aludido a que el Popular tenía todas las papeletas para recibir liquidez del Banco de España y del Banco Central Europeo (éste concede lo que aquel propone). Fue la liquidez el motivo aducido por Europa, por la JUR, para venderlo por un euro al Santander cuando valía en Bolsa 1.300 millones de euros.
Y entonces, ¿por qué esa obsesión de la fiscalía, y también de Europa, incluido el Santander, que actúa el miércoles en el juicio por demostrar que el Popular era una banco inviable y que había que condonarlo? Pues, sin entrar en las causas, porque, a estas alturas, casi tres años después, el Gobierno español, el FROB, el BdE, el BCE, el Santander, la JUR, todo el mundo, siente el peligro próximo. Peligro de que tengan que indemnizar por un mal comportamiento. Ejemplo: ¿Por qué no le negaron la liquidez al Popular cuando era un banco solvente, viable, fiable y estable?
Emilio Saracho, a través de medios amigos, sigue apostando contra la entidad
En el entretanto, el último presidente del Popular, Emilio Saracho sigue jugando, por ejemplo, a través de medios amigos, contra la entidad que presidió, a lo mejor como consuelo postrero de que él no lo hizo tan mal como dicen.