Un sheriff de Florida utiliza algoritmos informáticos para perseguir delitos que aún no se han cometido... y quizá nunca se cometan
Las dos memeces científicas de moda (sí, los científicos, que no la ciencia, también perpetran necedades, sobre todo cuando se convierte en cientifistas) son el transhumanismo y la neurociencia.
El transhumanismo viene provocado por el miedo que tenemos a morir. Consiste en retrasar la muerte aunque sea en forma de monstruo. El hombre-máquina es más máquina que hombre. La máquina existe y el hombre pervive... rodeado de circuitos y carente de libertad y de corazón. Muy progresista.
La neurociencia tiene como principal objetivo prescindir del Creador, a través del imposible hallazgo de la materia inteligente, una contradicción en sus propios términos. Esa materia inteligente puede ser la máquina (y aquí se une con el transhumanismo) o pueden ser las neuronas (la biomateria). En cualquier caso, ni la máquina piensa -la inteligencia artificial no existe- ni la materia pervive, sino que es caduca por naturaleza, lo que no ocurre con el espíritu.
La neurociencia consiste en prescindir de Dios con el hallazgo de la materia inteligente (MI). El problema es que la MI no existe
Al final, la neurociencia no es otra cosa que un intento desesperado por prescindir de Dios. Y eso es lo malo, que el Padre Eterno es insoslayable: le echas por la puerta y regresa por la ventana. A lo mejor es porque su existencia es la única manera de explicar el mundo, eso a lo que se dedica la ciencia, creo.
Transhumanismo y neurociencia son dos estupideces extraordinariamente alabadas... para poder prescindir del Creador y, por consiguiente, para poder reducir al ser humano a instrumento irracional, negar el libre albedrío y lograr un mundo de esclavos que aceptan deshumanizarse con tal de sobrevivir. Y es cierto que se deshumanizan pero no que sobrevivan. Transhumanismo y neurociencia: dos grandísimas chorradas.
La ciencia no tiene ni fe ni patria… pero los científicos sí.
Y ya saben lo que respondió el gran Blas Pascal cuando le mostraron un letrero en el que podía leerse la siguiente proclama: "La ciencia no tiene fe ni patria". A lo que el genio respondió: "la ciencia no, pero los científicos sí".