Pedro Sánchez, señor de la vida y de la muerte. O, al menos, eso pretende.
La ambición y la insensatez –dos condiciones que suelen ir muy unidas- del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le ha llevando a promover, no ya la legalización de la eutanasia, sino, además, a aceptar incluso los planteamientos más radicales del suicidio asistido.
Así, según fuentes parlamentarias, en el futuro texto, y a la vista de que el PSOE ha obtenido hasta la aprobación del derechista Ciudadanos, se pretende suprimir toda mención a la objeción de conciencia sanitaria. Es decir, que los médicos y el resto del personal sanitario no se pueda negar a matar al paciente cuando así lo decidan éste o sus familiares, así como a oponerse a eutanasias disfrazadas de sedaciones excesivas, especialmente de aquellas sedaciones –ahí está la clave- que tratan de dejar inconsciente al enfermo, no vaya a tomar conciencia de su propia muerte o consciencia de su propio tránsito.
Sorprende el silencio de los obispos y de la organización médica colegial
Al tiempo, se abre paso a la cuestión de fondo, que no es la eutanasia de ancianos, sino de niños, así como a la introducción, en unos y en otros, del poder, en este caso en forma de poder judicial, al que se le permitirá decidir sobre la vida y la muerte. Al fondo, insisto, esa eutanasia para niños contra el parecer, incluso, de sus propios padres.
Y, dadas estas circunstancias, a otras fuentes parlamentarias les sorprende el silencio de la Jerarquía católica española (que está callada en el momento crucial) y de la organización médica colegial. De ésta, por la cuenta que les trae, dado que se les pretende convertir al médico en verdugo, se pretende que abjure de su compromiso hipocrático.
En teoría, el proyecto de ley sí que recoge la objeción de conciencia, pero en muy similares términos a los del aborto. No se considera un derecho universal y apriorístico del médico: yo no participo en ninguna eliminación de ningún ser humano aunque me lo pida él o sus familiares. Al igual que ocurre con el aborto, se conforman con la posiblidad de apuntarte en una lista de objeción (donde ya quedas marcado por el poder político como un peligroso fascista) y no se contemplan problemas cotidianos, los mismos sufridos con las leyes de aborto: qué hacer cuando estás de guardia y no hay otro doctor que pueda perpetrar la interrupción del embarazo, aplicar la pildora abortiva; o qué ocurre con los legrados (acuérdense de la coña madrileña con el Hospital de 'Legranés' la ejecución de legrados (abortos disfracados) se multiplicó durante una temporada aviesa. No digamos nada de lo que puede ocurrir con la confusión entre eutanasia y sedaciones excesivas.
Desde Moncloa, se pretende promocionar las sedaciones excesivas que tratan de que el enfermo pierda el control sobre su propia muerte
Y al igual que ocurriera con el aborto, en Moncloa pretenden dejar sin regular la objeción de conciencia, o ponerla difícil, no vaya a ser que se demuestre que la inmensa mayoría de los médicos –los que saben de vedad que es un aborto o qué es la eutanasia- no estén dispuestos a matar ni a nonatos, ni a niños, ni a ancianos. Al parecer, muchos doctores piensan que no se hicieron médicos para matar sino para intentar mantener la vida.
El movimiento provida se basa en esa frase: la vida es sagrada desde la concepción hasta la muerte natural. Ahora estamos en la segunda parte de la proposición.
Y Pedro Sánchez está emocionadísimo.