Gilbert Chesterton, fumador, bebedor y bastante comilón
En Galicia una juez quería arrebatar la patria potestad a unos padres porque sus hijos estaban muy gordos.
En Madrid, y para el conjunto de España, la ministra de Sanidad, ilustrísima María Luisa Carcedo, va a poner en marcha una normativa (¡Qué hambre vamos a pasar!) para forzarnos a comer lo que ella quiere, beber lo que ella no quiere (agua, incolora e inodora e insípida, malditos bebedores de agua) y vivir como ella quiere, al modo anoréxico, condición mucho más grave que a de la obesidad, propio de personas a la que les encanta comer bien y beber mejor. Ambas cosas en abundancia.
Lo preocupante en el mundo actual no debería ser la obesidad, sino la anorexia
En Valencia, no es coña, el gobierno frentepopulista capitaneado por los centrífugos Ximo Puig y Mónica Oltra iban a prohibir la incineración de los muertos gordos porque gastaban mucho más combustible que los cuerpos danone.
Todo esto no tiene nada que ver con la salud, pero sí con la estupidez del culto al cuerpo.
La mente más preclara, en mi opinión, de toda la edad moderna, Gilbert K. Chesterton (en la imagen), llegó a pesar 140 kilos. Le encantaba comer y beber (y fumar), en particular vino y cerveza y era “un jovial periodista”, al que hasta sus más acendrados adversarios intelectuales (como Bernard Shaw) lloraron en su muerte. Un hombre que siempre estuvo peleando y jamás tuvo un solo enemigo.
Si la salud es esclavitud ante la báscula, yo opto por la libertad
Fumador, bebedor y bastante comilón, Chesterton no hubiera entendido que la memez del siglo XXI hubiera unido obesidad y depresión. Y sí, que la anorexia sea una de las características de nuestra época… da que pensar.
Miren ustedes: disfruten de la comida y la bebida y no se preocupen tanto de la báscula. Ocúpense en ser felices, de realizarse, como se decía en mi juventud, y no de mantener una figura que les convierta en esclavos de la delgadez.
Y si la vida es sobrevivir, prefiero la calidad a la cantidad
Si la salud es esclavitud ante la báscula, yo opto por la libertad. Y si la vida es sobrevivir, yo opto por la calidad antes que por la cantidad. Además, recuerden que los médicos –y las ministras de Sanidad– no nos han alargado la vida: solo nos han alargado la vejez.