Teresa Ribera protege ahora a petroleras y gaseras, más necesarias que nunca, cuando hace un año alentó la entrada del fondo IFM en Naturgy
2002 ha sido el año del ridículo para los profetas y talibanes del cambio climático. Por ejemplo, para la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera. Tras vendernos el fin del petróleo, la descarbonización y electrificación de la economía, ahora resulta que la transición ecológica va más lenta de lo esperado -al menos, de lo esperado por los profetas del Apocalipsis climático- y que no es posible prescindir ni de la energía nuclear ni del carbón.
Los mercados financieros lo saben y las petroleras tan denostadas en 2021, para las que ya se certificaba su final, resulta que, en el año que culmina se han convertido en las estrellas del mercado bursátil.
El Gobierno prorroga su normativa anti-opa del Gobierno. Teresa Ribera protege ahora a petroleras y gaseras, más necesarias que nunca, cuando hace un año alentó la entrada del fondo IFM en Naturgy
Hay petróleo y gas para los próximos 50 años, aseguran los del crudo, sacando pecho. Es más,Teresa Ribera intenta ahora que el Gobierno, sobre todo los podemitas, tan vocingleros ellos, no emitan más críticas sobre el sector. A la postre, Repsol ha sido la cotizada del IBEX que más subió en bolsa, tras el Sabadell. Nadie podía esperar algo así en enero.
Es más, el Gobierno ha prorrogado por dos años, hasta 2025, su normativa anti-opa. Pensando en todas las energéticas, naturalmente. Y esto es bello e instructivo, porque doña Teresa Ribera, que hoy se desvive por las empresas del carbono, más necesarias que nunca, es la misma que anteayer alentó la entrada del fondo IFM en Naturgy. Sí, no es lo mismo permitir la entrada de un socio industrial que de un fondo, pero ya ser sabe que en cuanto estos necesitan hacer plusvalías se lo traspasan a un industrial, dispuesto a pagar su cuota extra.
Encima, la presunción moral de la izquierda se desploma: el gobierno liquida el descuento en las gasolineras mientras las petroleras lo amplían
Encima, la presunción moral de la izquierda verde -y verduscona- se desploma: el gobierno liquida el descuento en el precio de los carburantes y las petroleras, esas hijas del euro y el dólar, lo mantienen.
La evolución bursátil de petroleras y gaseras radica en un principio por el momento inamovible: lo verde siempre es caro. Y asoma otro: la ecología nos arruina.