Salvo Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda del Gobierno Sánchez, todo el mundo anda asustadísimo porque el absentismo laboral en España se ha disparado. Sí, quiero decir que, aunque ya era muy alto, se ha disparado aún más.

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Según el último informe Randstad, cada día del primer trimestre de 2024 un 1,4 millones de españoles faltaron a su trabajo y la cifra crece sin parar. ¿Por qué será?

Cabrían muchas interpretaciones pero tengo para mí que la más evidente es que los españoles nos hemos convertido en unos vagos y/o unos blanditos de mucho preocupar. 

Naturalmente, la principal preocupación de Yoli-fashion y de su comité central es, en tiempos de vagancia y remoloneo, reducir la jornada laboral. Es más, si se redujera la jornada laboral a la mitad, de una tacada, no se crearía un puesto de trabajo por contrato, sino dos, e incluso a lo mejor reduciría el numero de parados. Eso sí, ambos contratados se morirían de hambre pero esto es una cuestión secundaria. En la España de Sánchez y Yoli, lo que importa no son las personas sino los contratos. Y lo de la baja productividad española no es sino una falacia neoliberal. Con el ‘neo’ delante, que es lo realmente insultante.

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Volvamos a la abstinencia laboral. Lo mejor de todo es que el estudio Randstad se presentó en RTVE, ‘enriquecido’ por los sabios comentarios de varios sindicalistas, quienes reclamaban al Gobierno un nuevo planteamiento médico ante las bajas laborales. A ver si nos entendemos: hay mucho jeta que dice estar enfermo para no currar. Para ello, le basta con tener un doctor amigo dispuesto a firmar partes de baja, mismamente por depresión, que resulta muy socorrido. “Te veo triste, Pepe, no vayas a currar”. Y que se fastidie la empresa y el erario público.

Y esto no es lo importante: lo importante es que los españoles nos hemos hecho vagos y blanditos, con notable tendencia a la depresión y con habituales ataques de pánico. Particularmente, de pánico al trabajo. Es algo que deprime cantidad.