Presidente Botín, Ceo Álvarez
La presentación de los resultados del Banco Santander correspondientes al primer trimestre del año, de los que dábamos cuenta en la edición de ayer, reflejó la actualidad bancaria actual, marcada por dos elementos:
1.En los bancos ya no mandan los banqueros, manda el BCE y, sobre todo, los fondos, que no gestionan nada pero incordian mucho. En un banco dinástico, monárquico, como es el Santander, los fondos incordian aún más y el regulador molesta aún más. Ana Botín trata de defenderse contra un sistema que se pretende de libre mercado y no es sino una tiranía de gente que pretende mandar sin gestionar y a la que el negocio importa muy poco porque no pretenden continuar en en el accionariado durante mucho tiempo.
La izquierda política debería caer en la cuenta de que los gestores de fondos son mucho peores que los banqueros, que Larry Fink es más peligroso que Ana Botín.
Y contra reguladores y contra fondistas, hace bien Botín en luchar. Hacia arriba le aplaudo, hacia bajo no. Botín considera que el banco lo gestiona ella, sin ayuda de nadie... y no es verdad.
Ana Botín teme que el BCE les exija una ampliación de capital y no puede ampliar sin reducir, aún más, el peso de la familia Botín, que le asegura la Presidencia
En su momento, prescindió de José Antonio Álvarez, para dar entrada al italiano Andrea Orcel, un banquero de inversión que nada sabía de banca doméstica. Cuando se dio cuenta de que Orcel pretendía ningunearla y convertirla en una presidenta de honor, Botín le despide (hizo bien, más de 50 millones le ha costado al banco la broma) y recupera al cesado José Antonio Álvarez.
Pues bien, desde ese momento, con toda razón, por el quita y pon, Álvarez empezó a tomar distancias con su empleo, algo que recomiendan los psicólogos pero que no por ello se vuelve más recomendable. Eso; que Álvarez, a pesar de su buena labor, tiene mentalidad de prejubilado.
La presentación del pasado miércoles -y no eran malos resultados, a pesar de que doña Bolsa no les acompañó- resultó desvaída, con un Álvarez cansado de que le pregunten por los rumores sobre su segundo cese -que ya sería definitivo- y asistido por José García Cantera, un director financiero eficaz, llegado de Banesto, que sabe de lo que habla pero no está ausente: es ausente.
En definitiva, justo en un momento en el que se abre una etapa de tipos lógicos, es decir, donde el precio del dinero va a subir Ana Botín vuelve a sufrir el vértigo del cambio: busca un nuevo Ceo, pero teme otro Orcel, una metedura de pata que sólo puede achacarse a... Ana Botín.
Y la guinda: José Antonio Álvarez, un Ceo que lo ha hecho bien en los momentos más difíciles, resulta que es ahora un prejubilable, a sus 61 años y justo cuando vienen tiempos de cambio.
A todo lo anterior, añadan esto: Ana Botín teme que el BCE les exija una ampliación de capital. Y ella no puede ampliar sin reducir, aún más, el peso de la familia Botín en el capital, cada día más mínimo, que le asegura la Presidencia.
Y al fondo, o sea, desde el Fondo BlackRock, Larry Fink incordiando: es lo suyo.