Como apuntamos desde Hispanidad, la deslocalización silenciosa podría ser el objetivo que está detrás de las últimas decisiones tomadas o pendientes de ejecutar por parte de ArcelorMittal / Foto: Pablo Moreno
El encargado del anuncio ha sido el presidente ArcelorMittal en España, José Manuel Arias, que ha afirmado que aún no se dan las condiciones para construir una planta de DRI en Gijón. Habla del proyecto de construcción de la planta de reducción directa de mineral de hierro (DRI) en la acería gijonesa de Veriña. Según Arias, están pendientes de que se den las condiciones óptimas para que sea rentable, algo que para la compañía aún no sucede.
Directamente señala el coste de la energía, por no ser competitivo para poder ponerla en marcha. Ha explicado, al respecto, que están trabajando con el Gobierno central "de forma continua", lo que supone, a su juicio, una clara muestra del compromiso que tiene la compañía con las instalaciones en España.
Asimismo, ha manifestado que siguen trabajando en la electrificación de la acería de Avilés y en analizar las condiciones que se necesitan para que la generación de DRI en su planta de Gijón sea "tan competitiva como hacerlo fuera de Europa". "Hoy por hoy eso no se da", ha reiterado.
Arias se ha excusado diciendo que el acero es un producto que compite a nivel mundial, por lo que ha advertido de que "no tiene ningún sentido que carguemos nosotros con una fabricación aquí más cara que la que se puede obtener fuera de Europa".
Esto no es algo nuevo, la compañía ya dejó claro que se llevaba el proyecto a Francia por el precio de la luz y las nuevas ayudas públicas galas, pero que lo repitan e insistan en el argumento ya es cachondeo hacia España puro y duro.
Y es que Arias asegura que "no tiene ningún sentido" que sean ellos los que tengan que "cargar" con una fabricación que les sale más barata en otras partes del mundo, algo que a priori puede tener sentido. Pero al presidente del gigante siderúrgico se le olvida un pequeño detalle: los 450 millones de euros en ayudas públicas que les concedió Sánchez.
Recuerden que los Mittal tienen la manía de extender el síndrome de Nowa Huta. Al presidente ejecutivo, Lakshmi N. Mittal, se le puede conocer por ser un gran despedidor, pues en la citada ciudad polaca que se levantó junto a Cracovia (siguiendo el modelo soviético y siendo un reconocido experimento de ingeniería socialista) compró la acerera cuando cayó el comunismo y redujo la plantilla de 40.000 trabajadores a 10.000.
La compañía anunció hace unos meses que despedirá a 3.500 empleados en Sudáfrica, país en el que quiere continuar con la estela marcada en España, donde llevan arrastrando un ERTE desde hace dos años, en el que quieren incluir a más de 8.000 trabajadores.
Todo bajo el paraguas de la descarbonización y los malos resultados, pero mire usted por donde, sus altos directivos, todos de la familia o del círculo Mittal se han subido las remuneraciones. No fue mucha subida, pero en un contexto en el que anuncias despidos, desplome del beneficio y precarización del empleo, llama la atención. ¿Y quién es la única que les ha plantado cara ante los continuos despidos? Meloni, en Italia se ha optado por una nacionalización temporal de su principal siderúrgica para no precarizar más ni su actividad ni su empleo.
Porque como hemos mencionado más arriba, Sánchez se citó en Davos con Lakshmi N. Mittal, ojo, no para abroncarle por su actitud y actuación en el país, sino para darle esos 450 millones de euros en ayudas públicas para descarbonizar sus plantas en Asturias. ¿Y cómo respondió la acerera? Con los citados despidos e impulsando en Francia la misma planta que tenía para Asturias... porque claro, no es reponsabilidad suya.
Como apuntamos desde Hispanidad, la deslocalización silenciosa podría ser el objetivo que está detrás de las últimas decisiones tomadas o pendientes de ejecutar por parte de ArcelorMittal.
Es decir, la acerera deja de invertir en determinadas plantas de determinados países… de Europa concretamente, para hacerlo en otros lugares como la India, Estados Unidos o Canadá, países cuyas legislaciones son más laxas y que tiene ayudas económicas más suculentas. Aunque eso no les impide cobrar ayudas de países como el nuestro.