La declaración de Francisco González (FG), expresidente del BBVA, ante Manuel García-Castellón, en la Audiencia Nacional -viernes 16-, ha sido genial. Casi cuatro horas repartidas en dos tiempos, de similar duración. En el primero, hablaron FG y su abogado, quienes cantaron las excelencias de FG, aunque no de su abogado.

La segunda parte consistió en las preguntas del fiscal Alejandro Cabaleiro, que se ha convertido en el azote de esta pieza, BBVA, del enorme sumario Villarejo.

FG manifestó, en primer lugar, que él era un señor muy importante y muy ocupado, que nunca hablaba con la cuarta línea de dirección del banco, ni con la tercera, con pocos de la segunda y que -atención, todos los CEOs debían tomar buena nota de esto- no leía ningún papel. Vamos que le aburría mucho eso de leer. Él es un caballero. Todo de palabra, como debe hacer un buen banquero quien, al mismo tiempo, mira que es difícil, es un misántropo: "Un presidente de banco no tiene amigos". A lo mejor en eso no va tan descaminado, pero caramba...

Y a partir de ahora viene lo mejor de tan dilatadísima intervención del expresidente de BBVA: FG, sin despeinarse, aseguró que no conocía a Villarejo, ni sabía lo que era Cenyt, que no tenía ni idea de nada. Que, en serio, se enteró de todo por la prensa.

Vamos que si la inocencia tuviera imagen, FG sólo tendría que asomarse al espejo y exhalar: he ahí la inocencia.

A partir de ahí empezó a repartir mandobles.

Toda la culpa la tuvo Julio Corrochano, director de Seguridad y, atención, Javier Ayuso, director de Comunicación, quienes decidieron fichar a Villarejo a sus espaldas. ¡Ah! y que fue Ayuso quien metió a Corrochano como director de Seguridad y que él lo aceptó porque no se metía en esas cosas.

Otro jetas, según FG, era el inmobiliario Béjar, también imputado como Corrochano y como Arbizu (Ayuso no, porque colabora con la justicia) y otro más, contra el que arremetió con ganas, fue el ex CEO de BBVA Ángel Cano, quien tuvo que hacer el trabajo más duro, no sé si más sucio, para FG. Y no debió hacerlo tan mal, porque ya hace muchos años se marchó a su casa con 26 millones de euros.

Y también repartió a José Ignacio Goirigolzarri, entonces CEO del banco y al que lindamente llamó 'traidor'. Así, como suena. Según FG, estuvo a favor de la opa de Sacyr. Que él no lo creía pero que otros le chivaron que sí, y al final resultó que sí.

¡Ah! y que los únicos dos que no eran malos eran el actual presidente del BBVA, Carlos Torres -¡qué curioso, FG!- y el actual jefe de prensa del banco, Paul Tobin... al que el fiscal Cabaleiro acusa de destruir pruebas -el famoso ‘drive’-. En los Estados Unidos de los años ochenta se decía que nadie contaba los chistes como Ronald Reagan. En el sector bancario español se sabe que nadie cuenta los chistes como Paul Tobin.

Lo que está claro es que después de esta grandísima cantada, la instrucción del caso Villarejo-BBVA se va a alargar.

Y uno, lego en materia jurídica, se sigue preguntando sobre esta sutilísima técnica de encabronar a jueces y fiscales. No acabo de cogerlo.

Porque pensar que un jefe de seguridad o un jefe de prensa, o cualquier otro directivo, toma la decisión de espiar a la gente sin permiso de la Presidencia... pues hombre, como que resulta poco creíble. Aunque la justicia deba basarse en los hechos, no parece muy inteligente decirle al juez que tú ni siquiera sabías quién era Villarejo. La verosimilitud también tiene un papel en esto de los tribunales. Vamos, digo yo.