El jueves 30, Carlos Torres se mostró particularmente exultante durante la presentación de resultados anuales del BBVA. El banco superó los 10.000 millones de beneficio por primera vez en su historia, pero no era ese el motivo de tanta satisfacción.

La destitución de José María Álvarez-Pallete en Telefónica ha abierto un nuevo escenario en la relación entre Torres y Moncloa. Sin llegar a ser amigos, ya no están enfrentados. Se necesitan mutuamente: el Gobierno necesita al BBVA en Telefónica y Torres necesita que el Gobierno le apoye en la OPA sobre el Banco Sabadell.

Para entendernos, a Moncloa le interesa ahora que el BBVA siga como accionista de Telefónica y, lo que es más relevante, siga con un consejero a pesar de no merecerlo, ya que su participación (4,8%) no llega al 6,6% necesario para tener derecho a un sillón en el Consejo.

Según Torres, la susodicha participación es meramente financiera y no estratégica… pero le permite tener un consejero que votará a favor del Gobierno -perdón, de la SEPI-, por ejemplo, para llevar a cabo la primera misión de la nueva Telefónica: salvar a El País y laSER, como adelantó Hispanidad.

El presidente del BBVA estaba exultante el jueves y tenía motivos para ello. Yo te apoyo en Telefónica y tú me apoyas en la OPA. El Gobierno, ciertamente, no ha cambiado de opinión, pero es como si lo hubiera hecho. Moncloa ya nos tiene acostumbrados a cambiar de parecer, incluso en menos de 24 horas. ¿Otra más? ¿Por qué no?

A ver si ahora va a resultar que la CNMC no es tan mala e impone unas condiciones perfectamente asumibles por el BBVA, y Moncloa se abstiene y no veta la operación bajo al parapeto del dictamen de Competencia. A fin de cuentas, estamos en Europa y el BCE insiste en la necesidad de crear bancos bancos más grandes.

En el sector, salvo el Sabadell, naturalmente, no ven mal la OPA. Según Gonzalo Gortázar, consejero delegado de Caixabank, primer banco en España, en nuestro país hay lugar para más fusiones porque el nivel de concentración bancaria es todavía inferior a la media europea. Es más, lo lógico es que hubiera más fusiones.

El Gobierno no ha cambiado de opinión, pero como si lo hubiera hecho. ¡Cómo se entere Puigdemont!