En la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno del BCE, Christine Lagarde explicó este jueves que habían debatido, incluso, rebajar los tipos un 0,50%, en lugar del 0,25% descontado ya por el mercado. El recorte fue, finalmente, del 0,25%, de tal manera que la tasa de depósito (DFR) se situó en el 3%, la de referencia para sus operaciones principales de refinanciación (MRO), en el 3,15% y la tasa de facilidad de préstamo (MLF), en el 3,40%.

El BCE tomó esta decisión después de que la inflación cerrara noviembre en el 2,3%, tres décimas más que en octubre, la mayor subida desde julio. Es decir, la inflación no está controlada y al BCE parece no importarle. En cualquier caso, los más satisfechos son los gobiernos que, como el de Pedro Sánchez, han disparado la deuda pública y la seguirán disparando en el futuro inmediato. En definitiva, lejos de acotar la crisis de deuda que se nos viene encima, la bajada de tipos contribuye a que la bola de nieve de la deuda siga creciendo.

Según las previsiones actualizadas del BCE, la inflación general cerrará 2024 en el 2,4%, se reducirá hasta el 2,1% en 2025 y hasta el 1,9% en 2026, pero repuntará nuevamente hasta el 2,1% en 2027. Todo eso está muy bien -en 2027, todos calvos- pero atentos a la evolución de los precios en 2025, cuando probablemente suba el precio de la energía, especialmente el del gas.

Mucho cuidado con el precio de la energía, especialmente el gas, a partir de enero. Junto a eso, las previsiones anuncian un menor crecimiento económico en la Eurozona. No pinta bien

Las previsiones de crecimiento para la Eurozona son peores que las de septiembre: del 0,7% en 2024, del 1,1% en 2025, del 1,4% en 2026 y del 1,3% en 2027. Lo mejor es el optimismo del BCE, que sostiene que la base de este crecimiento será el aumento de la renta de los hogares, que les permitirá consumir más. Ahora bien, ¿cómo se puede aumentar la renta de los hogares mientras suben los impuestos para pagar la elevada deuda pública? Es la cuadratura del círculo.